20 dic 2011

TAILANDIA

He estado 9 días en Tailandia, relax total y absoluto. Después de un intenso año y después de llevar más de tres años sin descanso ninguno, siempre montaña, carreras de montaña, carreras ultras, carreras por el desierto, carreras por la nieve, carreras por el hielo, carreras por la selva, esquí por la montaña,…qué coño, si es que los únicos animales que conozco son cabras y rebecos (en los dos sentidosJJJ).
Todas estas actividades son el lugar en el que he perseguido, he ganado confianza en mí mismo, he aprendido a sobrevivir y a amar la naturaleza y he compartido momentos especiales. Son mi hogar espiritual y han formado mi persona y la manera en que me relaciono con el mundo y con quienes lo comparten conmigo. La naturaleza egoísta de estas actividades carece de un valor tangible para la sociedad. Para quienes elegimos esos caminos, las fuerzas de la aventura, el riesgo y la incertidumbre deben coexistir con el resto del mundo en un estado de tensión irreconciliable.
Estamos mucho peor de lo que pueda imaginar cualquier drogadicto. Nuestro sino nos lleva a subidones físicos y mentales, y satisface una necesidad de retarnos a nosotros mismos. Nos sentimos sanos y felices y nunca vemos que lo que hacemos pueda estar mal.
La resistencia, el miedo, pasar frío, pasar calor, sufrir, y el estado que hay entre la supervivencia y la muerte son experiencias tan fuertes que las queremos repetir una y otra vez. Nos volvemos adictos. Por qué? Físicamente juega un papel importante la dopamina, una sustancia química que, junto con la adrenalina y las endorfinas, fluye por el sistema nervioso durante momentos de tensión o gran excitación, y que actúa como analgésico que deja una sensación de bienestar. Esa sensación esa adictiva y la expresión “euforia del corredor” se acuñó porque había gente que se convertía en esclava de la sensación placentera que experimentan tras hacer un ejercicio intenso. Los deportes extremos son una de las maneras de hacer que fluya la dopamina.
Pero,…es que me dieron un ultimátum: o paras o revientas. En las dos últimas carreras mis isquiotibiales no daban de sí. Tensos, duros, rígidos como una tabla de surf, y eso que los cuido como hago con todo el resto de mi cuerpo, pero estaban al límite. Así que en cuestión de una semana decido buscar un lugar donde no haya montañas, montes, ni nada parecido; un lugar donde no haya tentaciones para correr, donde no pueda divisar ni un solo montículo. Estuve a punto de ir a Bali, pero creo que hay volcanes cerca y, no es por el peligro de erupción, sino que seguramente terminara subiendo a la carrera hasta la cumbre. Y termino en el sur de Tailandia. Aquí no hay ni un solo monte. Turismo puro y duro. Sol y playa. Calor y humedad. Sodoma y Gomorra. En fin, que no os voy a contar nada que no os imaginéis, sólo que cuando regresé a Madrid, mi hermana no sabía si llevarme a la estación de autobuses o la cárcel.
La pregunta es: ¿quién es responsable de esta situación? La gente que va allí (generalmente hombres), su gobierno?, las multinacionales que se aprovechan de la pobreza poniendo allí sus industrias?, los países “industrializados” por permitirlo?
Cuidado, os podías llevar una sorpresa si escucháis la declaración de estas personas. Si alguno vio Documentos TV hace aproximadamente un mes sabrá de lo que hablo.