EL ANILLO DE PICOS EN INVIERNO
Fue una de esas ideas que se te ocurren cuando estás eufórico o sin nada mejor que hacer. Pero un día cualquiera que coincides con un amigo (Pablo Criado) le comentas la idea y como tampoco está muy bien, pues acepta. Por desgracia tuvo un pequeño accidente que le impidió seguir con la idea. Pero la idea empezó a llegar a oídos de más gente y se me apuntó otro Pablo, en este caso Pablo Villa, un joven leonés con un futuro prometedor. Ya sólo quedaba fijar la fecha. Y no era fácil. La ruta, si ya es dura en verano, en invierno no quieres ni pensarlo. Así que buscamos un fin de semana con luna llena y que, por supuesto, hiciese buen tiempo. Con mal tiempo sería una bonita forma de suicidarse. Y ese fin de semana fue el 10 y 11 de marzo. Pero justamente dos días antes, se entera otro amigo gallego, Jesús M. Novas, y no lo duda ni un momento y también se une a la fiesta. Hablamos de la intendencia para esta actividad, pues queremos hacerla en el fin de semana. Calculamos que nos pueden salir sobre 40 horas, ya que seguramente surgirán bastantes imprevistos. Elegimos el material que debemos llevar, que nos pueda dar a la vez, seguridad y rapidez. Así que elegimos una zapatilla mixta, mitad zapatilla, mitad bota baja, excepto Jesús que él lleva zapatillas. Camisetas térmicas, mallas de lo mismo, cortavientos de gore, y alguna ropa ligera de recambio. Gafas, gorra y gorro, guantes finos y gruesos. Y, por supuesto, crampones y piolet. En cuanto a la alimentación, pues lo clásico para cuando vamos a correr una ultra. Las clásicas barritas, geles, complejos de sales, algún bocadillo ligero, botiquín.
Elegimos el recorrido que hice en verano, en sentido opuesto a las agujas del reloj, porque deducíamos que los pasos más complicados los queríamos coger subiendo y no bajando.
Y llegó el día. Nos fuimos a dormir a Posada de Valdeón. Y nos levantamos a las cuatro y media de la mañana, para empezar el reto a las cinco y cinco de la mañana.
Primer paso: el pueblo de Cordinañanes, para coger aquí la canal de Asotín. Todo este tramo durante la noche.
Segundo paso: Refugio de Collado Jermoso.
La subida la hicimos por la senda y no por el argallo, porque nos dio la sensación que no había nieve. Pero cuando íbamos hacia la mitad de la diagonal, ya nos obligó a poner crampones. Y aquí vino el primer traspiés. Los crampones nos hacían un daño del copón en los tobillos, pues al no llevar bota alta no los teníamos protegidos. Tanto que nos llegó a hacer herida. Pero ahí estaba Jesús, un experto himalayista (tiene 7 ocho miles), que a lo McGyver, nos hizo un apaño para que bajaran los enganches traseros un poco y así no nos hicieran tanto daño. Continuamos la subida que nos llevaba al refugio con mucha nieve y cada vez más dura, y con bastante inclinación, pero no hubo problemas en llegar al refugio. Desde aquí nos dirigimos hacia las Colladinas. Este era uno de los pasos que teníamos clasificados de alto riesgo. Y, madre mía, mejor no mirar para abajo, sobre todo en el primer paso. Nieve dura y mucha inclinación pero conseguimos pasar. Al llegar a la última colladina ya vimos una huella (que nos encontramos después con la persona que la hizo y nos comentó que no se había atrevido a pasar más adelante). Desde la última colladina giramos hacia la izquierda para dirigirnos a los Tiros de Casares. Precioso lugar muy cargado de nieve. En la subida a los Tiros de Casares nos encontramos banderas (se celebraba al día siguiente la prueba de esquí de travesía de la Regil). Este tramo se sube sin dificultad.
Tercer paso: Refugio de Cabaña Verónica.
Desde los Tiros de Casares nos dirigimos por la ruta clásica que nos lleva a Cabaña Verónica. Bajamos de frente para luego girar un poco hacia la izquierda y comenzar la subida que nos lleva al refugio. Allí charlamos un poquito con el guarda. Aquí nos quitamos los crampones y seguimos a zapatilla por la nieve ya pisada hasta la Vueltona. Bajamos por la pista, cubierta de nieve hasta llegar a Aliva, donde empezó a desaparecer la nieve. Un poco más abajo nos estaban esperando Pablo Criado y Ana, que nos había llevado algo para reponer fuerzas (muchas gracias pareja). Continuamos la bajada hasta llegar las Vegas de Sotres, para inmediatamente comenzar a subir la espectacular canal de Jidiellu.
Tercer Paso: Collado de Valdominguero.
Comenzamos la subida de la canal de Jidiellu, siguiendo la senda por la que transcurre la Travesera, pero enseguida empezó a aparecer nieve, por lo que decidimos subir por el fondo de la canal y a saco para arriba, eso sí con crampones y piolet. La subida es dura, pero se hace llevadera porque es muy continua, excepto cuando llegamos al tramo final, que la muy jodida se pone empinada y la nieve más dura, por lo que hay que clavar con ganas los crampones hasta llegar al collado de Valdominguero. Lo que más nos sorprendió de esta subida, aparte que se te caes llegas hasta Sotres…, es que la subimos en poco más de hora y media y eso nos dio ánimos. El tramo siguiente no lo hicimos por donde va la senda y por donde también va la Travesera, pues tenía mucha nieve y mucha inclinación, así que decidimos bajar al fondo del valle, y la verdad es que fue una idea muy acertada (los crampones molestaban un poco cuando íbamos en diagonal)
Cuarto paso: Refugio de Andara.
Desde el collado Valdominguero bajamos sin crampones. La nieve estaba muy buena y se camina con facilidad, exceptuando algún pequeño tramo. Sólo los tuvimos que poner para bajar al refugio de Andara. Allí había bastante gente , pateando, con raquetas y con esquís. Y también Cipri, el guarda que nos obsequió con un refresco y agua, que nos vino de maravilla, pues el calor durante el día apretaba de narices. Continuamos la bajada por la pista, toda cubierta de nieve, hasta llegar al desvío de Fuente Soles. Aquí pensábamos que no habría nieve y que sería más fácil pues era todo hacia abajo, jaja. Había bastante nieve y como la zona es de maleza o brezo alto, dabas un paso y te hundías otro, pero hasta la rodilla, por lo que se hizo un infierno bajar ese tramo hasta que se acabó la nieve.
Quinto paso: Sotres
Bajamos por el camino hasta llegar al pueblo de Sotres. Aquí nos esperaban Paco y Ramón, que también nos obsequiaron con un buen avituallamiento. Aquí estuve hablando con una chica y un chico del pueblo que me conocían (mil perdones, pero se me olvidaron sus nombres) que me dijeron que en Urriellu no había nadie hasta el próximo fin de semana (menos mal que a Sergio le dio por cambiar los planes). Continúo. Después de reponer fuerzas bajamos un trozo por la carretera hasta coger la pista que nos subirá hasta Pandébano. Llegamos hasta el refugio de la Terenosa y empezó a oscurecer. Seguimos un trozo todavía sin crampones, pero finalmente decidimos ponerlos. Un poco más adelante, un crampón rompió la zapatilla de Jesús. Menos mal que en Sotres nos dio por meter otras de repuesto. Y se nos hizo de noche. En esta subida Jesús parece que sufría un poco más de lo esperado, pero íbamos poco a poco.
Sexto paso: Refugio del Urriellu.
Completamente de noche nos acercamos al refugio y me sorprende ver luz. Joer, nada más llegar a la puerta allí está Sergio esperándonos. Y además ya sabía que estábamos subiendo y yo pensaba que no había nadie. Ya bastante cansados, llevábamos algo más de 17 horas, paramos a deleitarnos con una sopa caliente que nos preparó Sergio y que nos supo a gloria. Estuvimos un rato de charla, debatiendo cómo subir la subida que, a priori, a mí más me acojonaba, la Brecha de los Cazadores, y más de noche. Sergio nos dice que por allí todavía no ha subido nadie y que por encima de la brecha tendremos una visera que tendremos que romper con el piolet. Así que ante esta perspectiva y el agotamiento que había, decidimos quedarnos a dormir un poco y salir al amanecer. Sergio nos despierta a las 6 y media de la mañana y nos tiene preparado un desayuno caliente (mil gracias, no sabemos cómo agradecer semejante atención, sencillamente un tío genial). Comenzamos la subida. Había subido el día antes algunos haciendo huella, pero luego se desviaron hacia el diente del Urriellu, por lo que nosotros giramos a la derecha para atacar la brecha.
Sólo el tramo de acercamiento ya imponía. Un resbalón ahí os podéis imaginar lo que supone, pues eso. En el giro que hay que hacer hacia la izquierda para enfocar la brecha, no hay nieve, pero dentro de la brecha sí. Pero por suerte se sube bastante bien hasta llegar al final, dónde, también con suerte no había visera de nieve grande y se pasó con facilidad. Ahora continuamos, intentando adivinar por dónde va la senda cuando no hay nieve, hasta llegar a la collada del Raso. La verdad es que este tramo se hizo muy cómodamente, mucho mejor de lo imaginado. La collada del Raso tenía algo de visera hacia la cara sur pero se bajaba bien. En este tramo, como dije, no había ninguna huella, así que nos dirigimos al valle que nos llevará al siguiente paso.
Séptimo paso: Refugio de Cabrones.
Desde la collada del Raso hasta el refugio, es una gozada caminar por este tramo. Salvaje, blanco inmaculado, espectacular, que maravilla de zona.
Enlazar estos dos refugios también nos sorprendió (de la misma manera que subiendo Jidiellu). Si resbalas ya sabes dónde vas, pero conseguimos hacerlo en hora y media. Sergio nos advirtió que probablemente la primera cadena que hay cuando comienzas a bajar estuviera tapada por la nieve, así que sería mejor descender un poco más y luego subir. Empezamos a bajar hacia los cuetos del Trave, y de las cadenas sólo se veía un trozo. Además el paso por ahí era muy expuesto, por lo que seguimos las indicaciones de Sergio, y ahora sí que acertó de pleno. El resto del trayecto fue bastante cómodo hasta llegar a la segunda cuerda, que estaba completamente tapada por la nieve. Esa bajada, aunque tiene inclinación se bajó de cara a la pared sin ningún problema. La sima que hay justo debajo, como podéis imaginaros, completamente llena de nieve y ni rastro de ella. Seguimos bajando (esta bajada es muy larga, desde el refugio de Cabrones hasta Poncebos son más de 1.800 metros de desnivel), y un rato antes de llegar a la canal de Amuesa ya nos quitamos los crampones. Y comenzamos a bajar la vertiginosa canal de Amuesa que nos llevará al siguiente paso.
Octavo paso: Poncebos
La bajada de Amuesa si la coges por el pedrero, la puedes flipar, como motos. Y con calor. El gallego (Jesús) se puso en pantalón corto. Seguimos hasta llegar al pueblo de Bulnes, dónde nos volvían a esperar Paco y Ramón, que esta vez nos acompañaron el resto de la bajada hasta Poncebos (tres horas y cincuenta minutos desde el refugio del Urriellu hasta aquí). Aquí de nuevo a avituallarse bien. Y como decidieron ir a volver a vernos a Los Lagos (concretamente al pozo del Alemán), pensamos en dejarles los crampones, el piolet y algo de peso, pues así no cargaríamos con ello, ya que cuando bajábamos nos fijamos que por la canal de Trea no había nieve y nos los necesitaríamos. Y comenzamos a hacer la ruta del Cares desde Poncebos. Este tramo se hizo monótono y algo más pesado. Echamos algo más de una hora en llegar al desvío de la canal de Trea. Vaya canal. Después de la paliza que llevábamos encima, subir esto ahora y en plena solana. Llegamos a la fuente que sale debajo del pedazo de piedra que hay en la canal. Nos refrescamos (sobre todo Pablo, que se notaba un poco tocado). Y continuamos ascendiendo. ¡Qué bonita es esta canal, pero como te hace sufrir, es como las chicas!!!!!!!). Cuando llegamos al final de la canal, comienza a aparecer la nieve, pero ya no hay apenas subida.
Noveno paso: Refugio de la Vega de Ario
Como decía, desde que acaba la canal empieza a aparecer nieve y hasta el refugio todavía queda un pequeño tramo, pero son pequeñas subidas y bajadas que se hacen sin ninguna dificultad. Llegamos a Ario (dos horas desde el Cares), Pablo un poco tocado, pero nada, le paso un poco de mis “drogas” y ya verás cómo se recupera. Desde Ario hay todavía bastante nieve. Yo pensaba, que por la altura no iba a haber mucha, pero la había. De todos modos, eso nos favoreció, pues la ruta es casi toda picando hacia abajo, con alguna pequeña subida. Calculo que a mitad de la ruta la nieve desapareció.
Décimo paso: Lagos de Covadonga
Efectivamente Pablo recuperó y pudimos trotar un poco. Cuando llegamos al lago, lo rodeamos por la parte de arriba hasta dar a la pista. Seguimos la pista y llegamos al pozo del Alemán (dos horas desde Ario). Y allí estaban de nuevo Paco y Ramón, pero esta vez con más compañía: los abuelos de Pablo, su novia, la mujer de Paco. Menudo avituallamiento que nos tenían preparado. Aquí repusimos fuerzas bien. La verdad es que hubo momentos en que pensamos que no íbamos a llegar ni hasta aquí. Pero aquí estábamos. Pero también teníamos otra preocupación: eran las cinco y media de la tarde y nuestros mejores cálculos no bajaban de las siete horas para hacer lo que nos quedaba, por lo que nos iba a tocar pasar de noche tramos complicados. Ahora mismo me preocupaba La Forcadona. Pero la suerte estaba echada. Y nos pusimos a caminar poco a poco. La nieve apareció enseguida, pero se iba bien por ella.
Onceavo paso: Refugio de Vegarredonda
Y así llegamos al citado refugio. Llenamos nuestras botellas de agua, pues no nos encontraríamos ya más agua hasta Vega Huerta (si la fuente no estaba tapada por la nieve). Nos íbamos encontrando con alguna gente que bajaba y me encontré con unos colegas de Zamora. Nos advirtieron que en la paso de La Fragua había dos huellas y cogiéramos la de la derecha, pues la de la izquierda tenía mucho hielo. Y llegando a las Barrastrosas el sol desapareció y ya decidimos ponernos también los crampones. Seguimos subiendo y tuvimos un pequeño despiste (a veces más mirando para el suelo y ocurren cosas así). Vamos, que nos fuimos demasiado hacia la derecha, pero conseguimos rectificar a tiempo. Pero ya íbamos con la frontal encendida. Yo creo que cuando llegamos al Jou de los Asturianos no lo hicimos por dónde va la ruta normal, pero tampoco importaba en ese momento. La preocupación era atinar con la Forcadona. Por suerte, tampoco nos costó mucho trabajo dar con ella, aunque creo que pudimos haberlo hecho mejor, porque, al principio, nos fuimos demasiado hacia la derecha, pero también rectificamos a tiempo. Esta subida final no tiene problema, se sube cómodamente. Lo que me dejó sorprendido fue ver la cantidad de nieve que hay ahí acumulada. Y lo que más me sorprendió, y esto, ya no me hizo ninguna gracia fue cuando llegamos a la cima del collado y ver lo que había que bajar. Mi primer pensamiento fue: “…joder ,hala da la vuelta y otra vez para Los Lagos…”. Espero no exagerar y para eso está ahí el himalayista que iba conmigo, pero esa pala tenía un 80% de inclinación, tres metros de ancha y una burrada de nieve. Fue Jesús, más experto en “los pinchos” el que probó para ver cómo estaba la nieve. Por suerte y con gran alegría comprobamos que los crampones entraban bien, pero tampoco estábamos como para tirar cohetes. Coño, no mires para abajo porque no ves el fondo, sólo una lucecita de los dos que iban conmigo que bajaban delante. Bueno, después de comprobar que los calzoncillos no estaban marrones, respiramos con alivio. Intenté seguir, más o menos, por donde va la senda, pero como había mucha nieve y tenía también bastante inclinación decidí bajar en diagonal. Tota íbamos a tener que bajar de todos modos, pues a esas horas de la noche no me iba a poner a buscar el paso que hay en las rocas que te acortan un poco el camino. Prefiero perder diez minutos más y asegurar el paso bajando un poco más, aunque luego lo tenga que subir. Terminamos de hacer esa pequeña subida y desde ese collado se percibía ya Vega Huerta.
Doceavo paso: Vega Huerta
Desde el collado la senda va por la izquierda, trazando una diagonal para no bajar al hoyo. Pero la historia se repite otra vez. Demasiada nieve, demasiada inclinación,…: al hoyo. Tampoco era para tanto, y por lo menos era seguro y con la nieve que había estoy convencido que también más rápido. Y llegamos a Vega Huerta. Paramos a comer y a beber algo, pero dentro de la caseta había gente durmiendo, lo cual me alegró un montón, pues supuse que habían venido de Vegabaño y nos había hecho huella, por lo que me ahorraban el trabajo de buscar durante la noche el collado del Burro. Y así fue. No tuvimos más que seguir la huella que nos llevaba a la canal del Perro, la supuesta última complicación seria. Sí que es cierto que impone esa pala inclinada con tanta nieve (como casi todas, que narices), pero se cramponeaba bien por lo que no tuvimos problemas en llegar al collado del Frade. Aquí nos quitamos los crampones pensando que ya no quedaba más nieve y a los dos minutos los tuvimos que volver a poner.
Treceavo paso: Refugio de Vegabaño
Bajamos por la nieve hasta el collado que te obliga a girar a la derecha que te lleva al refugio de Vegabaño. Esto ya es un bosque y nos quitamos los crampones. Nos costó encontrar la senda, aunque había huellas en la nieve, pero estaban tan dispersas que eran un caos. Seguimos la senda y no sé si fue por el cansancio, por la noche o vaya usted a saber, que la perdimos. No fue mucho tiempo hasta que nos dimos cuenta, pero nos hizo dar un par de vueltas hasta encontrarla de nuevo. Claro que a estas alturas ya nos dolía todo. O mejor dicho, a uno le dolían las rodillas, a otro los cuadríceps, otro con ampollas en las plantas de los pies, etc, etc.. Pero llegamos a Vegabaño. Era la una y cuarto de la madrugada del domingo. Habíamos conseguido unir todos los refugios de Picos, que era nuestro objetivo y ya está. Estábamos muy contentos y satisfechos, pero también estábamos cansados y doloridos, tanto por el esfuerzo físico como por la tensión acumulada, por lo que la última decisión fue bajar a Soto de Sajambre, donde nos fueron a buscar nuestros queridos e inestimables amigos que también estaban en el Pozo del Alemán. A las dos y media de la madrugada llegamos a Soto de Sajambre. Invertimos 45 horas y 25 minutos en hacer el recorrido completo con paradas incluidas.
Quiero agradecer enormemente la buenísima disposición, los ánimos y la ayuda de la gente con la que nos encontramos (Pablo Criado, Ana, Cipri guarda de Andara, Sergio guarda del Urriellu y Cabrones, y la familia de Pablo) , de los que nos apoyaron y la gran compañía (Pablo Villa y Jesús “Chismes”) con la que disfruté haciendo todo esto y que no creo que habría podido hacer sin su presencia.
Fue una de esas ideas que se te ocurren cuando estás eufórico o sin nada mejor que hacer. Pero un día cualquiera que coincides con un amigo (Pablo Criado) le comentas la idea y como tampoco está muy bien, pues acepta. Por desgracia tuvo un pequeño accidente que le impidió seguir con la idea. Pero la idea empezó a llegar a oídos de más gente y se me apuntó otro Pablo, en este caso Pablo Villa, un joven leonés con un futuro prometedor. Ya sólo quedaba fijar la fecha. Y no era fácil. La ruta, si ya es dura en verano, en invierno no quieres ni pensarlo. Así que buscamos un fin de semana con luna llena y que, por supuesto, hiciese buen tiempo. Con mal tiempo sería una bonita forma de suicidarse. Y ese fin de semana fue el 10 y 11 de marzo. Pero justamente dos días antes, se entera otro amigo gallego, Jesús M. Novas, y no lo duda ni un momento y también se une a la fiesta. Hablamos de la intendencia para esta actividad, pues queremos hacerla en el fin de semana. Calculamos que nos pueden salir sobre 40 horas, ya que seguramente surgirán bastantes imprevistos. Elegimos el material que debemos llevar, que nos pueda dar a la vez, seguridad y rapidez. Así que elegimos una zapatilla mixta, mitad zapatilla, mitad bota baja, excepto Jesús que él lleva zapatillas. Camisetas térmicas, mallas de lo mismo, cortavientos de gore, y alguna ropa ligera de recambio. Gafas, gorra y gorro, guantes finos y gruesos. Y, por supuesto, crampones y piolet. En cuanto a la alimentación, pues lo clásico para cuando vamos a correr una ultra. Las clásicas barritas, geles, complejos de sales, algún bocadillo ligero, botiquín.
Elegimos el recorrido que hice en verano, en sentido opuesto a las agujas del reloj, porque deducíamos que los pasos más complicados los queríamos coger subiendo y no bajando.
Y llegó el día. Nos fuimos a dormir a Posada de Valdeón. Y nos levantamos a las cuatro y media de la mañana, para empezar el reto a las cinco y cinco de la mañana.
Primer paso: el pueblo de Cordinañanes, para coger aquí la canal de Asotín. Todo este tramo durante la noche.
Segundo paso: Refugio de Collado Jermoso.
La subida la hicimos por la senda y no por el argallo, porque nos dio la sensación que no había nieve. Pero cuando íbamos hacia la mitad de la diagonal, ya nos obligó a poner crampones. Y aquí vino el primer traspiés. Los crampones nos hacían un daño del copón en los tobillos, pues al no llevar bota alta no los teníamos protegidos. Tanto que nos llegó a hacer herida. Pero ahí estaba Jesús, un experto himalayista (tiene 7 ocho miles), que a lo McGyver, nos hizo un apaño para que bajaran los enganches traseros un poco y así no nos hicieran tanto daño. Continuamos la subida que nos llevaba al refugio con mucha nieve y cada vez más dura, y con bastante inclinación, pero no hubo problemas en llegar al refugio. Desde aquí nos dirigimos hacia las Colladinas. Este era uno de los pasos que teníamos clasificados de alto riesgo. Y, madre mía, mejor no mirar para abajo, sobre todo en el primer paso. Nieve dura y mucha inclinación pero conseguimos pasar. Al llegar a la última colladina ya vimos una huella (que nos encontramos después con la persona que la hizo y nos comentó que no se había atrevido a pasar más adelante). Desde la última colladina giramos hacia la izquierda para dirigirnos a los Tiros de Casares. Precioso lugar muy cargado de nieve. En la subida a los Tiros de Casares nos encontramos banderas (se celebraba al día siguiente la prueba de esquí de travesía de la Regil). Este tramo se sube sin dificultad.
Tercer paso: Refugio de Cabaña Verónica.
Desde los Tiros de Casares nos dirigimos por la ruta clásica que nos lleva a Cabaña Verónica. Bajamos de frente para luego girar un poco hacia la izquierda y comenzar la subida que nos lleva al refugio. Allí charlamos un poquito con el guarda. Aquí nos quitamos los crampones y seguimos a zapatilla por la nieve ya pisada hasta la Vueltona. Bajamos por la pista, cubierta de nieve hasta llegar a Aliva, donde empezó a desaparecer la nieve. Un poco más abajo nos estaban esperando Pablo Criado y Ana, que nos había llevado algo para reponer fuerzas (muchas gracias pareja). Continuamos la bajada hasta llegar las Vegas de Sotres, para inmediatamente comenzar a subir la espectacular canal de Jidiellu.
Tercer Paso: Collado de Valdominguero.
Comenzamos la subida de la canal de Jidiellu, siguiendo la senda por la que transcurre la Travesera, pero enseguida empezó a aparecer nieve, por lo que decidimos subir por el fondo de la canal y a saco para arriba, eso sí con crampones y piolet. La subida es dura, pero se hace llevadera porque es muy continua, excepto cuando llegamos al tramo final, que la muy jodida se pone empinada y la nieve más dura, por lo que hay que clavar con ganas los crampones hasta llegar al collado de Valdominguero. Lo que más nos sorprendió de esta subida, aparte que se te caes llegas hasta Sotres…, es que la subimos en poco más de hora y media y eso nos dio ánimos. El tramo siguiente no lo hicimos por donde va la senda y por donde también va la Travesera, pues tenía mucha nieve y mucha inclinación, así que decidimos bajar al fondo del valle, y la verdad es que fue una idea muy acertada (los crampones molestaban un poco cuando íbamos en diagonal)
Cuarto paso: Refugio de Andara.
Desde el collado Valdominguero bajamos sin crampones. La nieve estaba muy buena y se camina con facilidad, exceptuando algún pequeño tramo. Sólo los tuvimos que poner para bajar al refugio de Andara. Allí había bastante gente , pateando, con raquetas y con esquís. Y también Cipri, el guarda que nos obsequió con un refresco y agua, que nos vino de maravilla, pues el calor durante el día apretaba de narices. Continuamos la bajada por la pista, toda cubierta de nieve, hasta llegar al desvío de Fuente Soles. Aquí pensábamos que no habría nieve y que sería más fácil pues era todo hacia abajo, jaja. Había bastante nieve y como la zona es de maleza o brezo alto, dabas un paso y te hundías otro, pero hasta la rodilla, por lo que se hizo un infierno bajar ese tramo hasta que se acabó la nieve.
Quinto paso: Sotres
Bajamos por el camino hasta llegar al pueblo de Sotres. Aquí nos esperaban Paco y Ramón, que también nos obsequiaron con un buen avituallamiento. Aquí estuve hablando con una chica y un chico del pueblo que me conocían (mil perdones, pero se me olvidaron sus nombres) que me dijeron que en Urriellu no había nadie hasta el próximo fin de semana (menos mal que a Sergio le dio por cambiar los planes). Continúo. Después de reponer fuerzas bajamos un trozo por la carretera hasta coger la pista que nos subirá hasta Pandébano. Llegamos hasta el refugio de la Terenosa y empezó a oscurecer. Seguimos un trozo todavía sin crampones, pero finalmente decidimos ponerlos. Un poco más adelante, un crampón rompió la zapatilla de Jesús. Menos mal que en Sotres nos dio por meter otras de repuesto. Y se nos hizo de noche. En esta subida Jesús parece que sufría un poco más de lo esperado, pero íbamos poco a poco.
Sexto paso: Refugio del Urriellu.
Completamente de noche nos acercamos al refugio y me sorprende ver luz. Joer, nada más llegar a la puerta allí está Sergio esperándonos. Y además ya sabía que estábamos subiendo y yo pensaba que no había nadie. Ya bastante cansados, llevábamos algo más de 17 horas, paramos a deleitarnos con una sopa caliente que nos preparó Sergio y que nos supo a gloria. Estuvimos un rato de charla, debatiendo cómo subir la subida que, a priori, a mí más me acojonaba, la Brecha de los Cazadores, y más de noche. Sergio nos dice que por allí todavía no ha subido nadie y que por encima de la brecha tendremos una visera que tendremos que romper con el piolet. Así que ante esta perspectiva y el agotamiento que había, decidimos quedarnos a dormir un poco y salir al amanecer. Sergio nos despierta a las 6 y media de la mañana y nos tiene preparado un desayuno caliente (mil gracias, no sabemos cómo agradecer semejante atención, sencillamente un tío genial). Comenzamos la subida. Había subido el día antes algunos haciendo huella, pero luego se desviaron hacia el diente del Urriellu, por lo que nosotros giramos a la derecha para atacar la brecha.
Sólo el tramo de acercamiento ya imponía. Un resbalón ahí os podéis imaginar lo que supone, pues eso. En el giro que hay que hacer hacia la izquierda para enfocar la brecha, no hay nieve, pero dentro de la brecha sí. Pero por suerte se sube bastante bien hasta llegar al final, dónde, también con suerte no había visera de nieve grande y se pasó con facilidad. Ahora continuamos, intentando adivinar por dónde va la senda cuando no hay nieve, hasta llegar a la collada del Raso. La verdad es que este tramo se hizo muy cómodamente, mucho mejor de lo imaginado. La collada del Raso tenía algo de visera hacia la cara sur pero se bajaba bien. En este tramo, como dije, no había ninguna huella, así que nos dirigimos al valle que nos llevará al siguiente paso.
Séptimo paso: Refugio de Cabrones.
Desde la collada del Raso hasta el refugio, es una gozada caminar por este tramo. Salvaje, blanco inmaculado, espectacular, que maravilla de zona.
Enlazar estos dos refugios también nos sorprendió (de la misma manera que subiendo Jidiellu). Si resbalas ya sabes dónde vas, pero conseguimos hacerlo en hora y media. Sergio nos advirtió que probablemente la primera cadena que hay cuando comienzas a bajar estuviera tapada por la nieve, así que sería mejor descender un poco más y luego subir. Empezamos a bajar hacia los cuetos del Trave, y de las cadenas sólo se veía un trozo. Además el paso por ahí era muy expuesto, por lo que seguimos las indicaciones de Sergio, y ahora sí que acertó de pleno. El resto del trayecto fue bastante cómodo hasta llegar a la segunda cuerda, que estaba completamente tapada por la nieve. Esa bajada, aunque tiene inclinación se bajó de cara a la pared sin ningún problema. La sima que hay justo debajo, como podéis imaginaros, completamente llena de nieve y ni rastro de ella. Seguimos bajando (esta bajada es muy larga, desde el refugio de Cabrones hasta Poncebos son más de 1.800 metros de desnivel), y un rato antes de llegar a la canal de Amuesa ya nos quitamos los crampones. Y comenzamos a bajar la vertiginosa canal de Amuesa que nos llevará al siguiente paso.
Octavo paso: Poncebos
La bajada de Amuesa si la coges por el pedrero, la puedes flipar, como motos. Y con calor. El gallego (Jesús) se puso en pantalón corto. Seguimos hasta llegar al pueblo de Bulnes, dónde nos volvían a esperar Paco y Ramón, que esta vez nos acompañaron el resto de la bajada hasta Poncebos (tres horas y cincuenta minutos desde el refugio del Urriellu hasta aquí). Aquí de nuevo a avituallarse bien. Y como decidieron ir a volver a vernos a Los Lagos (concretamente al pozo del Alemán), pensamos en dejarles los crampones, el piolet y algo de peso, pues así no cargaríamos con ello, ya que cuando bajábamos nos fijamos que por la canal de Trea no había nieve y nos los necesitaríamos. Y comenzamos a hacer la ruta del Cares desde Poncebos. Este tramo se hizo monótono y algo más pesado. Echamos algo más de una hora en llegar al desvío de la canal de Trea. Vaya canal. Después de la paliza que llevábamos encima, subir esto ahora y en plena solana. Llegamos a la fuente que sale debajo del pedazo de piedra que hay en la canal. Nos refrescamos (sobre todo Pablo, que se notaba un poco tocado). Y continuamos ascendiendo. ¡Qué bonita es esta canal, pero como te hace sufrir, es como las chicas!!!!!!!). Cuando llegamos al final de la canal, comienza a aparecer la nieve, pero ya no hay apenas subida.
Noveno paso: Refugio de la Vega de Ario
Como decía, desde que acaba la canal empieza a aparecer nieve y hasta el refugio todavía queda un pequeño tramo, pero son pequeñas subidas y bajadas que se hacen sin ninguna dificultad. Llegamos a Ario (dos horas desde el Cares), Pablo un poco tocado, pero nada, le paso un poco de mis “drogas” y ya verás cómo se recupera. Desde Ario hay todavía bastante nieve. Yo pensaba, que por la altura no iba a haber mucha, pero la había. De todos modos, eso nos favoreció, pues la ruta es casi toda picando hacia abajo, con alguna pequeña subida. Calculo que a mitad de la ruta la nieve desapareció.
Décimo paso: Lagos de Covadonga
Efectivamente Pablo recuperó y pudimos trotar un poco. Cuando llegamos al lago, lo rodeamos por la parte de arriba hasta dar a la pista. Seguimos la pista y llegamos al pozo del Alemán (dos horas desde Ario). Y allí estaban de nuevo Paco y Ramón, pero esta vez con más compañía: los abuelos de Pablo, su novia, la mujer de Paco. Menudo avituallamiento que nos tenían preparado. Aquí repusimos fuerzas bien. La verdad es que hubo momentos en que pensamos que no íbamos a llegar ni hasta aquí. Pero aquí estábamos. Pero también teníamos otra preocupación: eran las cinco y media de la tarde y nuestros mejores cálculos no bajaban de las siete horas para hacer lo que nos quedaba, por lo que nos iba a tocar pasar de noche tramos complicados. Ahora mismo me preocupaba La Forcadona. Pero la suerte estaba echada. Y nos pusimos a caminar poco a poco. La nieve apareció enseguida, pero se iba bien por ella.
Onceavo paso: Refugio de Vegarredonda
Y así llegamos al citado refugio. Llenamos nuestras botellas de agua, pues no nos encontraríamos ya más agua hasta Vega Huerta (si la fuente no estaba tapada por la nieve). Nos íbamos encontrando con alguna gente que bajaba y me encontré con unos colegas de Zamora. Nos advirtieron que en la paso de La Fragua había dos huellas y cogiéramos la de la derecha, pues la de la izquierda tenía mucho hielo. Y llegando a las Barrastrosas el sol desapareció y ya decidimos ponernos también los crampones. Seguimos subiendo y tuvimos un pequeño despiste (a veces más mirando para el suelo y ocurren cosas así). Vamos, que nos fuimos demasiado hacia la derecha, pero conseguimos rectificar a tiempo. Pero ya íbamos con la frontal encendida. Yo creo que cuando llegamos al Jou de los Asturianos no lo hicimos por dónde va la ruta normal, pero tampoco importaba en ese momento. La preocupación era atinar con la Forcadona. Por suerte, tampoco nos costó mucho trabajo dar con ella, aunque creo que pudimos haberlo hecho mejor, porque, al principio, nos fuimos demasiado hacia la derecha, pero también rectificamos a tiempo. Esta subida final no tiene problema, se sube cómodamente. Lo que me dejó sorprendido fue ver la cantidad de nieve que hay ahí acumulada. Y lo que más me sorprendió, y esto, ya no me hizo ninguna gracia fue cuando llegamos a la cima del collado y ver lo que había que bajar. Mi primer pensamiento fue: “…joder ,hala da la vuelta y otra vez para Los Lagos…”. Espero no exagerar y para eso está ahí el himalayista que iba conmigo, pero esa pala tenía un 80% de inclinación, tres metros de ancha y una burrada de nieve. Fue Jesús, más experto en “los pinchos” el que probó para ver cómo estaba la nieve. Por suerte y con gran alegría comprobamos que los crampones entraban bien, pero tampoco estábamos como para tirar cohetes. Coño, no mires para abajo porque no ves el fondo, sólo una lucecita de los dos que iban conmigo que bajaban delante. Bueno, después de comprobar que los calzoncillos no estaban marrones, respiramos con alivio. Intenté seguir, más o menos, por donde va la senda, pero como había mucha nieve y tenía también bastante inclinación decidí bajar en diagonal. Tota íbamos a tener que bajar de todos modos, pues a esas horas de la noche no me iba a poner a buscar el paso que hay en las rocas que te acortan un poco el camino. Prefiero perder diez minutos más y asegurar el paso bajando un poco más, aunque luego lo tenga que subir. Terminamos de hacer esa pequeña subida y desde ese collado se percibía ya Vega Huerta.
Doceavo paso: Vega Huerta
Desde el collado la senda va por la izquierda, trazando una diagonal para no bajar al hoyo. Pero la historia se repite otra vez. Demasiada nieve, demasiada inclinación,…: al hoyo. Tampoco era para tanto, y por lo menos era seguro y con la nieve que había estoy convencido que también más rápido. Y llegamos a Vega Huerta. Paramos a comer y a beber algo, pero dentro de la caseta había gente durmiendo, lo cual me alegró un montón, pues supuse que habían venido de Vegabaño y nos había hecho huella, por lo que me ahorraban el trabajo de buscar durante la noche el collado del Burro. Y así fue. No tuvimos más que seguir la huella que nos llevaba a la canal del Perro, la supuesta última complicación seria. Sí que es cierto que impone esa pala inclinada con tanta nieve (como casi todas, que narices), pero se cramponeaba bien por lo que no tuvimos problemas en llegar al collado del Frade. Aquí nos quitamos los crampones pensando que ya no quedaba más nieve y a los dos minutos los tuvimos que volver a poner.
Treceavo paso: Refugio de Vegabaño
Bajamos por la nieve hasta el collado que te obliga a girar a la derecha que te lleva al refugio de Vegabaño. Esto ya es un bosque y nos quitamos los crampones. Nos costó encontrar la senda, aunque había huellas en la nieve, pero estaban tan dispersas que eran un caos. Seguimos la senda y no sé si fue por el cansancio, por la noche o vaya usted a saber, que la perdimos. No fue mucho tiempo hasta que nos dimos cuenta, pero nos hizo dar un par de vueltas hasta encontrarla de nuevo. Claro que a estas alturas ya nos dolía todo. O mejor dicho, a uno le dolían las rodillas, a otro los cuadríceps, otro con ampollas en las plantas de los pies, etc, etc.. Pero llegamos a Vegabaño. Era la una y cuarto de la madrugada del domingo. Habíamos conseguido unir todos los refugios de Picos, que era nuestro objetivo y ya está. Estábamos muy contentos y satisfechos, pero también estábamos cansados y doloridos, tanto por el esfuerzo físico como por la tensión acumulada, por lo que la última decisión fue bajar a Soto de Sajambre, donde nos fueron a buscar nuestros queridos e inestimables amigos que también estaban en el Pozo del Alemán. A las dos y media de la madrugada llegamos a Soto de Sajambre. Invertimos 45 horas y 25 minutos en hacer el recorrido completo con paradas incluidas.
Quiero agradecer enormemente la buenísima disposición, los ánimos y la ayuda de la gente con la que nos encontramos (Pablo Criado, Ana, Cipri guarda de Andara, Sergio guarda del Urriellu y Cabrones, y la familia de Pablo) , de los que nos apoyaron y la gran compañía (Pablo Villa y Jesús “Chismes”) con la que disfruté haciendo todo esto y que no creo que habría podido hacer sin su presencia.
Enhorabuena a los 3 !!! Sois unos cracks Salva !!!
ResponderEliminarSi en verano ya es una actividad "pata negra", intentarla en invierno ya es la ostia !!! La cantidad de nieve, su estado, y el flanqueo de algunos de los pasajes de la misma, demuestran la capacidad que teneis y el conocimiento que teneis de Picos, por lo que reitero mis felicitaciones.
Me alegro enormemente por Pablo, este chaval tiene unas facultades y va a dar mucha guerra, ahora y en el futuro
Un abrazo a los 3 !!!
Carlinos
Impresionante.
ResponderEliminarMe enteré de te ibas a realizar esta aventura el mismo domingo, mientras acompañaba a los de la federación en la marcha al Polvoreda. Lo primero que pregunté es ¿habrá avisado a alguien esta vez? pero ya veo que realizas tus gestas con alevosía y nocturnidad, jajaja.
Menos mal que por lo menos estaba Sergio en Urriello para dar fé (y caldito) de tu paso por el central.
Me parece formidable lo que habeis realizado.
Que orgulloso estoy de conocer gente como vosotros.
Un abrazo de Avigamo Anselmo.
Joder tio, sigues siendo la super bomba. Los colegas que iban contigo tambien unos superrr. Ahora descansar algo, que habeis hecho una machada del copón. A de la Mata.
ResponderEliminarOle, ole y ole!!!... enhorabuena mákinas!!!... Saludos Esgalleros!!! =D...
ResponderEliminarSi es solo leyendote me tiemblan las piernas y todo!! Eso sí, me alegro de que tuvieras compañeros y no se te ocurriera hacerlo solo! Enhorabuena, fenomenos!
ResponderEliminarUna pasada, enhorabuena!!
ResponderEliminarOs habéis ganado el Anillo de la resistencia, de la fuerza y del saber hacer. Gran hazaña la que habéis realizado. Sois grandes, sois enormes.
ResponderEliminarEnhorabuena.
La verdad es que hay momentos malos,pero eso es lo que compensa una actividad como esta. Estoy preparando un vídeo sobre todo esto, ya que lo he grabado casi todo (excepto la noche) y lo he estado ya ojeando un poco por encima y, coño, la verdad es que es más espectacular cuando lo ves que cuando lo cuentas. A ver si lo acabo pronto y os lo cuelgo. Gracias a todos
ResponderEliminarEnhorabuena a los 3. Máquinas es poco....
ResponderEliminarDeseando yá que subas ese vídeo y poder disfrutarlo, jeje.
Descansad, os lo habéis ganado!!
Saludos.
DavidP.
www.corrersinsentido.blogspot.com
El anillo de picos del Infierno podría haber sido el título ¿no?.
ResponderEliminarSalva, soy Paco, no me había acordado de decirte que tienes las fotos en esta dirección: marchaleonesa.blogspot.com/.
Ha sido un fin de semana inolvidable para mi, si dejamos a un lado el sueño acumulado; veros llegar en cada avituallamiento ha sido extraordinario, no creo que haya mucha gente preparada para aguantar ese sufrimiento, ni para jugársela como lo habeis hecho vosotros tres.
Mis más sinceras felicitaciones que quiero hagas extensivas a Jesús (espero que algún día escriban un libro sobre su vida); a Pablo ya le he visto hoy de modo que reitero lo dicho.
¡SOIS UNOS BESTIAS!.
Enhorabuen sois superiores ¡ ¡ ¡ ¡
ResponderEliminarHe leído con muchísimo interés la crónica de una gran gesta. Es una pasadaaaa!!! Enhorabuena a los tres. Saludos
ResponderEliminarImpresionante actividad con fuerte caracter alpino...
ResponderEliminarFELICIDADES.
Enganchada de principio a fin con la lectura, y alucinada de la burrada que os habeis metido. Enhorabuena, sois unos fuera de serie.
ResponderEliminarRiesgo, ritmo, creatividad , volumen y emoción en formato non stop: eso es hacer historia alpina. Con las gestas del Anillo de Vindius estás redimensionando la potencialidad del ultra-trail en los Picos de Europa.
ResponderEliminarPara quitarse la gorra...y el buff.
Enhorabuena y un abrazo de Lluis y Verónica. Esperamos verte en Arenas.
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ResponderEliminarThanks!
Mandie Hayes
mandie.hayes10@gmail.com