CAMBOYA
2013 – THE ANCIENT KHMER PATH
A veces, me pregunto por qué repito
algunas carreras, con la cantidad de ellas que hay. Y más, cuando es una
carrera que no tiene absolutamente nada que ver con la montaña. Claro, que
tampoco se tiene que reducir todo a la montaña. Hay carreras diferentes que
también tienen encanto, y mucho. Y esta, es una de ellas. Y, ojo, aunque sea
prácticamente llana, no está exenta de dureza, mucha más de la que nos podamos
imaginar. Dormir, o intentar dormir, con más de 22 grados por la noche, correr
con 35 grados durante el día y con un 90% de humedad, a pesar de estar en
invierno, no es cómodo, ni fácil, todo lo contrario, se convierte en una
auténtica agonía.
Los que hayáis corrido por la selva lo
podréis entender. Esto es la jungla camboyana. Y aquí nos encontraremos con
otras adversidades que, lógicamente, no tendremos en la montaña. Aquí, además
de lo dicho anteriormente, también hay otros “enemigos”: los animalitos:
mosquitos, hormigas, arañas, escorpiones,…Pero el mayor “enemigo” de todos son
las minas antipersonas. Evidentemente, el camino, la senda ya ha sido
analizada, pisada y marcada. Pero, como alguien preguntó a la organización, ¿y
si te surgen ganas de mear o cagar durante la carrera?, ¿dónde lo hacemos?
Respuesta clara y directa: en el mismo camino. Por supuesto, que si quieres
puedes salirte, pero corres el riesgo de salir por los aires. Hombre, es una
lotería. Sería mucha casualidad pisar una mina, pero coño, a ver quien se
arriesga.
La carrera poco difiere de la del
año pasado. Se redujeron los kilómetros un poco, porque en la edición anterior
se pasó muy mal, así que de 230 se bajó a 220 km. También se cambió la fecha y
se retrasó unos veinte días con respecto al año pasado. Y también para evitar
el calor y la humedad, bueno más que para evitarlo, para rebajarlo un poco.
No me voy a enrollar mucho con la
carrera, pues si leéis la crónica del año pasado, son muy parecidas. Cambian
los corredores (aunque algunos, como yo, también han repetido), aunque este año
tuve un rival más fuerte que yo o que le salió mejor que a mí. Las condiciones
meteorológicas fueron prácticamente las mismas, da igual que fuera invierno o
no, aquí el calor y la humedad son inaguantables. Como sabéis, en esta carrera,
el terreno es prácticamente llano, exceptuando dos subidas que hubo en la
cuarta y en la quinta etapa. Las diferencias, respecto al año pasado, fue que
en la segunda y en la tercera etapa, el año pasado hubo dos tramos con mucha
agua y mucho barro, algo que este año desapareció. Estaba totalmente seco, lo
que hizo que las etapas fueran más rápidas y menos “duras”. También el año
pasado se suspendió la quinta etapa, debido a un grave problema de una
corredora y este año sí se hizo.
Así, a nivel general, puedo decir, que
aunque el recorrido no tiene nada de técnico, exceptuando esas dos subidas, y
no es para tanto, aquí el mayor y el peor inconveniente es el jodido calor y la
puñetera humedad. Os puedo asegurar que es una agonía, pero desde el kilómetro
uno. Al final vas como un puto zombie.
Tuve una buena “pelea” con el francés,
pero el tío es muy rápido (tiene 2h 36’ en maratón, hecho este año) y sólo pude
aguantarle las etapas largas. Quizás en la etapa más larga podía haberle
recortado algunos minutos, pues cuando le cacé, iba tocado, pero tampoco yo
estaba para tirar cohetes.
Para que os hagáis una idea de lo que se
sufre en estas carreras, os voy a contar algo curioso. A lo largo de las
etapas, pasamos por pequeñas aldeas y “casas” (más bien chabolas)
desperdigadas, donde hay multitud de críos. Cuando te ven pasar corriendo todos
los críos salen y te saludan: “hello”, “bye”, porque, en realidad, es lo único
que saben decir en inglés. Y, claro, tú no les puedes poner mala cara, aunque
vas más jodido que un parado español. Así que cambias la expresión de la cara y
como dice Sabina, “…en lugar de sonrisa, una especie de mueca…”, pues les
devuelves el saludo, para luego volver a la cara de perro y seguir corriendo
como un cabrón.
Otra anécdota curiosa. En este país,
como en muchos otros, tienen sus costumbres, su cultura,..y por tanto, hay que
respetarla. Como a lo largo de la carrera, en los finales de etapa, no es fácil
encontrar agua para ducharse, buscamos cualquier sitio para darnos un chapuzón.
Pero nos advirtieron que debemos ser respetuosos y no ponernos en pelotas como
Pedro por su casa. Al final de la segunda etapa, en la base de un templo
abandonado, hay una especie de pequeño arroyo, pero esta es la selva y tiene
mucha vegetación y muchos “bichitos”. Aún así, algunos decidimos lavarnos un
poco. Pero había una chica alemana, Brigitte, que está como una regadera y le
gusta despelotarse esté donde esté, a pesar de las advertencias que se le
habían hecho. Bueno, pues esta vez bajó al arroyo, lógicamente en pelotas, y se
metió en el agua. Con tan buena suerte que le entró un bichito, creo que un
lichi, leetchis o litchis o como diablos se diga. El caso es que el animalito
le entró por……jejeje ya sabéis. Y claro, se acojonó. Anda, que no nos
descojonamos los demás…Seguro que se lo estaban pasando pipa los dos!!! Al
final no llegó a más y después de esa “relación íntima tan intensa”, cada uno
volvió a lo suyoJJJ.
No creáis que escarmentó.
Al final de la quinta etapa volvió a
hacer lo mismo, lo que pasa, es aquí acabábamos en un colegio. Y no es plan
darse un baño en pelotas delante de unos críos. Esta vez le cayó un buen
rapapolvo por parte del director de carrera. Como le dije: me gustaría que
fueses a correr a Afganistán o a Pakistán y si tienes ovarios, intenta hacer lo
mismo.
A mí me surgió un problema cuando acabé
la tercera etapa. Se me hinchó el pie derecho. En un principio no me molestaba
mucho, pero en esas dos subidas llegué a ver las estrellas. Tuve que soltar la
zapatilla para aliviar la tensión. El caso es que pensé que se me iba a pasar.
Pero, coño, todavía me ha durado hasta hoy.
Hay más cosas que te llaman la atención.
Por ejemplo, al final de esta quinta etapa. En este país apenas existen
carreteras asfaltadas. La inmensa mayoría son pistas de tierra y caminos.
Algunos, como en esta etapa, el camino tiene mucha arena, tipo playa. Hay
muchas “casas” a lo largo del camino y, por supuesto, los innumerables críos
deambulando por ellas. Era llamativo ver a esos “enanos” subidos en unas
bicicletas (por llamarles de alguna manera) que no llegaban a los pedales,
tenían que soltar los pies y aún así iban en bici, por caminos de arena y, por
si fuera poco, llegaba otro “enano” y se subía a la bici sobre la marcha.
Coño!, menudo equilibrio y sin caerse.
Pero lo que más impacto me causó fue
otra cosa. Creo que fue en la etapa larga. A esta carrera fueron también dos
amigos míos de Burgos: Manu y Pepe, pero no iban a competir, sino como
colaboradores para la organización. En esta etapa, Manu estaba en un control,
creo que el cuarto y Pepe iba y venía en moto de trial para controlar la
carrera y apoyar a los controles. Como he dicho anteriormente, hay aldeas y
cabañas a lo largo de la carrera, con los sempiternos críos. Lógicamente,
nosotros llamamos mucho la atención, no sólo por el mero hecho de correr, de
ser guiris, sino también por la indumentaria que llevamos. No pasamos
precisamente por ir con ropas discretas. El caso es que muchos de estos críos
se acercaban a los controles. De una cabaña una madre llama a sus hijos, siete
bocas. Saca dos plátanos (bastante más pequeños de los que tenemos nosotros),
los parte en trozos y los reparte entre sus hijos. Para flipar. Y la madre se
comía el “culo” de los plátanos. Manu, que es un buen tío, ante esta situación,
llamó a Pepe y le dijo que parara en el primer chiringuito que encontrara y
comprara todos los plátanos, piñas,… (no encuentras muchas cosas más por aquí)
que le cupieran en la mochila y se los llevara. No creo que pagara más de 5
dólares por todo (aquí estos productos son muy, muy baratos….para nosotros). Se
lo dieron a la señora, incluidas botellas de agua y, a buen seguro, que
tuvieron comida para varios días (una cría, una familia, en una situación como
esta, que no hará para salir de esta miseria. Esto es a raíz delo que comenté
en la segunda parte, para que analicéis y saquéis vuestras propias
conclusiones).
Como yo ya tenía un ligero conocimiento
de esta situación, llevaba conmigo bastante ropa, ropa de deporte que es lo que
me sobra. El primer día, en el templo budista donde dormíamos, dejé una bolsa
con esa ropa. Guardaba otra para el último día, más la ropa con la que
competía. Pero en esta carrera también participaban dos chicas francesas, muy
buenas por cierto, ya que hicieron 4ª y 5ª en la general. Estas chicas, aunque
eran francesas, llevaban bastantes años viviendo en Camboya. Yo simpaticé un
poco más con Clem, quizás porque hablaba bien español. Pero así me pude enterar
que también colaboraba con una asociación camboyana, tipo ONG y que intentaba
formar a deportistas con pocos recursos. Así que mi última bolsa y mi ropa de
competición fue a parar a sus manos.
Me dijo que cuando tuviera fotos de “sus
corredores” con mi ropa, me las enviaría. La verdad, le dije, es que eso sería
lo que mayor ilusión me haría. Y así nos despedimos. He vuelto a España. Y no
esperaba tener una buena noticia tan pronto. Ya me ha enviado las fotos.
Fijaros detenidamente bien ellas. Ya tengo otra buena razón para seguir corriendo…y,
posiblemente, para volver.
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