16 dic 2013

Correr...y la forma reflexiva: 2ª Parte

Vamos a continuar. Tengo varios frentes abiertos, así que voy a continuar con mi viaje, resumirlo brevemente, pues tampoco fue muy largo, aunque sí intenso.
En  un primer momento tenía intención de irme directamente a Laos, coger el tren nocturno que me llevaría a Nong Khai y que tarda unas 11 horas. El precio era de 30 € en primera clase con cama. Podías ir sentado por 6€. Pero finalmente decidí hacer una parada antes en Pha Nok Khao para visitar el parque nacional de Phu Kradueng, donde está la montaña más alta del país (1.325m). La entrada al parque cuesta 400 bath (unos 9 euros). El tren te deja en Khon Kaen (el precio hasta aquí es de 25€ al cambio y tarda 8 horas. Se puede venir también en bus, que tarda menos, es más barato (10€ en VIP), pero es más incómodo). Desde aquí hay que coger un bus a Pha Nok Kao y luego un minibús que en 30 minutos te lleva a la entrada del parque. Mi pie sigue hinchado y me duele al caminar, pero se puede aguantar.
Al día siguiente me dirigí  de Khon Kaen a Nong Khai (tarda tres horas y media y cuesta tres euros), frontera con Laos y desque aquí a Vientiane, capital de Laos, hay 25 km, separados ambos países por el río Mekong. Cruzas el Puente de la Amistad y llegas a Laos. Aquí estuve dos días. Me hubiera gustado subir hasta Luang Prabang, pues me hablaron muy bien de este lugar, pero no me daba tiempo, así que es una buena excusa para volver, si puedo el próximo año.
Regresé a Bangkok. ¡Ay, Tailandia!. Para los que hayáis estado allí, no os voy a contar mucho que no sepáis, para los que no hayáis ido, seguro que habréis oído muchas cosas sobre este país. En los pocos días que estuve (es mi segunda vez), intenté recorrer la mayor parte de los barrios más conocidos del país: Khaosan, Siam, Sukhumit, Patpong, Lumpini,…Es muy barato viajar en metro o en el Sky Train en Bangkok.
Y aquí es donde entra a colación el título de esta entrada en el blog: la forma reflexiva. Y sobre el “trabajo de investigación” que quería llevar a cabo. Antes de continuar me gustaría transcribir un texto de una periodista. Si os interesa leerlo (os lo recomiendo) lo leéis, si no, os lo saltáis.
Ahí va:
Lillian S, Robinson ocupa la cátedra Garvin de inglés en el Instituto Politécnico de Virginia y en la Universidad del Estado. Es autora de Sex, Class, and Culture (Routledge).
La fascinación de Occidente por los placeres y los paraísos prohibidos de Oriente constituye uno de sus elementos definitorios. El mercado del sexo en Tailandia constituye uno de los polos privilegiados de la red de prostitución internacional. Pero la prostitución es, en la situación actual de ese país, una de las pocas maneras de sobrevivir para comunidades enteras de campesinos.
Todo lo que le han contado de los shows de sexo es verdad.... No es un lugar para gente remilgada ni con inclinaciones feministas.
"Tienes que hacerlo", me dice Ryan. "Tienes que ir a ese lugar como si visitaras Dachau". Es la primera tarde que paso en Tailandia y he conocido a la persona que cena conmigo, un norteamericano que vive en Bangkok, hace solo media hora. Después de una conversación sobre generalidades con todo el grupo, se dirige a mi aparte por primera vez y me dice: "Quiero llevarte a los shows de sexo".
"¿Qué?" Y es entonces cuando agrega el comentario sobre Dachau -una frase calculada para provocar- y manifiesta que, como feminista, no debo partir sin explorar el turismo internacional del sexo tal como se práctica en los locales nocturnos de Bangkok. Cuando acepto la invitación, me convierto, esencialmente, en una turista del turista del sexo.
Bangkok, Disneylandia sexual del mundo, lugar donde se ofrece todo a cualquiera todo el tiempo, a poco o ningún precio.
En Bangkok no se vende sexo en todas partes, pero está al alcance en suficientes lugares y tipos de lugares a un precio lo bastante bajo como para confirmar la opinión del Primer Mundo de que toda la ciudad es un parque temático del erotismo. Ademas de los burdeles tradicionales -muchos de ellos denominados "casas de té"-, hay salones de masajes, espectáculos de cabaret y bares, y algunos de ellos ofrecen más bien muchachos que muchachas en sus programas. Un turista por la libre que disfrute de la variedad, en teoría podría probar todos esos manjares. En la práctica, los clientes - siempre hombres- parece que por razones culturales eligen y buscan lo conocido, aun cuando "exótico" y "erótico" se venden como sinónimos. Japoneses y árabes van a los burdeles, y también hay clubes que complacen a los turistas japoneses. Pero el bar parece ser el estilo fundamental de sexo norteamericano.
Las tres manzanas de la calle Patpong y la única manzana de la calle Soi Cowboy están repletas de este tipo de establecimientos. En cada bar hay varios escenarios pequeños adornados con postes tipo estación de bomberos, una barra larga de cantina, muchas mesitas casi una junto a otra, luces de color centelleantes y música de rock a todo volumen. De hecho, el sonido es tan intenso que sentí que John Fogerty y el resto del Creedence Clearwater Revival me conducían a través del escenario, arrastrándome, a mí personalmente, a través de la selva.
En el escenario, las mujeres bailan. (Digo mujeres por respeto a su experiencia de trabajo. Las que veo son adolescentes, y en los bares gay son muchachos.) Cada bailarina esta junto a un poste al que acaricia mientras ejecuta algunos movimientos de baile rudimentarios. Van vestidas de playa, las más jóvenes en vejestorios de una pieza, mientras que las más maduras llevan bikinis. Cuando están en realidad en la playa, las tailandesas son casi patológicamente modestas, se desvisten furtivamente para meterse al agua y se cubren en cuanto salen. Para una adolescente recién llegada de algún pueblo del nordeste y que ahora se encuentra en el escenario en traje de baño, torpe, manoseando con nerviosismo la entrepierna para que cubra más de lo que cubre o puede cubrir, esta exhibición pública es la primera vergüenza, después de la cual, quizá, todas las demás parecen inevitables.
Las muchachas no son bailarinas expertas y en el transcurso de una larga noche, ponen un mínimo de energía en el baile. Sus gestos son sugerentes, pero no sensuales, y se interpretan como sexy sólo si el observador, también él, ha aprendido el código erótico como un lenguaje ajeno al cuerpo. Lo mismo que las muchachas de los salones de masajes, a las que se muestra en jaulas de cristal para que los clientes escojan, las bailarinas llevan números pegados a la ropa. Las meseras se desplazan entre las mesas y por la barra, dispuestas a recibir órdenes de bebida y ordenes de muchacha. Cuando se elige su número, la muchacha deja de bailar y se reúne con el cliente, vistiendo una túnica de seda brillante como un boxeador profesional, salvo que el dobladillo termina en la parte superior del muslo. Si consigue que el hombre le invite una bebida, el dato cuenta. Como mínimo, contribuye a la seguridad del empleo y quizás hasta le obtenga un porcentaje sobre la venta.
En las mesas, no se habla mucho; imposible con el volumen de la música, la falta de una lengua en común y jueguitos eventuales, que en general consisten en bromas y empujoncitos, una que otra vez el brazo alrededor del hombro o la cintura, o a veces la chica se sienta brevemente en las piernas de un cliente. Las sonrisitas y empelloncitos me remontan a las interacciones tentativas de la secundaria. ¿Y por qué no? Es la edad de muchas de esas muchachas; mientras que los clientes son lo bastante mayores como para ser sus tíos, padres y abuelos. En los burdeles que atienden a los hombres de la localidad, hay una prima por ser sumamente joven o virgen y la muchacha que todavía no menstrúa tiene un precio de más de sesenta veces el habitual. Desflorar a una virgen se dice que aumenta la virilidad, y en el año nuevo chino se lleva a la ciudad a muchachas prepúberes de cosecha reciente para dar buena suerte. También se piensa que las muchachas muy jóvenes, aunque ya no sean vírgenes, es más probable que estén libres de enfermedades. Pero un estudio calcula que en Tailandia, el 50% de las niñas prostitutas son seropositivas.
En 1992, el Ministerio de Salud Pública del país hizo un sondeo que indicaba que había 76,863 prostitutas que trabajaban a nivel nacional en 5,622 establecimientos (20,366 en 688 locales de Bangkok). Los números indican precisión, pero las cifras en general se consideran absurdamente bajas. El estudio de Pasuk Phongpaichit para la organización Internacional del Trabajo (OIT), publicado diez años antes que el sondeo, afirma que los "cálculos convencionales del número de masajistas y prostitutas en Bangkok parte de una cifra de alrededor de 100O mil. La mayoría de los cálculos coinciden en tomo a las 200 mil". Pasuk, una socióloga tailandesa, también especula que del 6.2 al 8.7% de la población femenina entre los 15 y 34 años trabaja o ha trabajado en la industria del sexo. Los intentos de resistencia son a escala mucho menor. Empower, una organización al servicio de las prostitutas, inscribe a más de 100 mujeres en cursos de inglés para que así puedan evitar ser engañadas por clientes extranjeros o, a la larga, aspirar a otros trabajos. Y el bar de muchachas Patpong Newsletter, patrocinado por Empower, todavía no ha tenido gran impacto.
Una casa de putas siempre es una buena inversión.
En 1967, Tailandia contrato con el gobierno de Estados Unidos el suministro de servicios de "reposo y recreo" a los soldados en la guerra de Vietnam. Hoy, los clientes de los bares son norteamericanos blancos, pero también europeos y australianos, todos fahrang (extranjeros) para los tailandeses. Además de los turistas, hay clientes que son residentes permanentes -a los que Jeremy Seabrook, colaborador del New Statesman, llama "sexpatriados"- y trabajadores que llegan por turnos de entornos aislados, sólo de hombres, como empresas petroleras, porque en realidad los contratos de entretenimiento con las corporaciones han sustituido a los militares. Los hombres tienen aspecto rosado y fofo, y en el calor tropical (32 grados todos los días en la estación "fresca"), me he vuelto muy sensible al fuerte olor del cuerpo fahrang, y me pregunto si yo también huelo así.
Después de hacerse los mensos con una o dos copas, un par puede llegar al acuerdo de pasar toda la noche juntos. El acuerdo de pasar la noche con un solo hombre lo vuelve una forma de trabajo sexual comparativamente privilegiado. El cliente paga a la administración del bar una "multa" por llevarse a una bailarina (Hay tantas bailarinas que es imposible imaginar que una afluencia de clientela más allá del lleno común pudiera generar escasez de cabareteras. La flota siempre está animada y el mensaje sexual siempre es de abundancia.) Es posible que la trabajadora del sexo también reciba una propina, pero la transacción básica es entre el propietario del bar y el cliente.
Las actuales disposiciones oficiales de "mano dura" a la prostitución infantil (siempre hay medidas enérgicas sobre algo, me explican amigos tailandeses) se centran en lo ostentoso de la publicidad que se le da al dinero ganado, que es a la vez mucho y muy poco. En el estudio que Pasuk realizó en 1982, se calcula que el ingreso de las trabajadoras del sexo es veinticinco veces más alto que el que se puede obtener en otras ocupaciones. En el campo, hay familias enteras que se mantienen con los ingresos de una hija en Bangkok, y pueblos enteros formados por este tipo de familias. En efecto, las dos páginas dedicadas a este tema en el Bangkok Post de principios de este año llevaban el siguiente título: "Niñas exprostitutas sufren muchas penalidades después de las medidas enérgicas". El artículo se centraba en una familia campesina "que esperaba que un milagro" resolviera su subsistencia colectiva ahora que su hija había sido devuelta a casa sumariamente. Pero en el mismo artículo se dice que el salario mensual de la chica como bailarina en la ciudad balneario de Phuket era de mil baht, unos 40 dólares. Las cifras que escuche en Bangkok son cuatro veces mayores, y calculan el salario mensual en la gran ciudad en una cantidad aproximadamente igual al costo de dos noches en un hotel de categoría internacional pero, por la misma razón, bastante mayor que los ingresos de costureras o trabajadoras domésticas. El horrible incendio que tuvo lugar en mayo en una fábrica de muñecas en las afueras de Bangkok dramatizó las condiciones de puestos de trabajo disponibles para las jóvenes tailandesas que trabajan fuera de la industria del sexo.
La escritora feminista Thanh-Dam Truong, tailandesa de nacimiento, insiste en que no se debería entender la relación entre turismo y prostitución "sólo como una cuestión de alternativas de trabajo a las que las mujeres tienen acceso", sino también en relación "con la estructura interna de la industria turística y con los intereses creados de carácter financiero". Pero es imposible dejar de ver turismo y prostitución vinculados orgánicamente. En 1971, cuando el furor de la guerra en el sudeste asiático, el Banco Mundial recomendó el desarrollo del turismo de masas en Tailandia (En aquel momento, dirigía el banco Robert McNamara, que había sido secretario de Defensa cuando se firmo el contrato "Reposo & Recreo" con Tailandia.) Las iniciativas económicas consecuentes con el informe del banco llevaron a lo que rutinariamente se describe hoy como un negocio de 4 mil millones de dólares al año, lo cual incluye relaciones fraternales entre las líneas aéreas, agentes de giras turísticas y a los dueños de la industria del sexo. En este sentido, el turismo sexual es como cualquier otra industria multinacional: extrae enormes ganancias de la fuerza de trabajo local pagada a un nivel grotesco y sitúa la experiencia inmediata del trabajador individual -lo que sucede al cuerpo de una muchacha de 15 años procedente de un pueblo del nordeste de Tailandia- en el contexto de la política económica mundial. Desde la perspectiva de los clientes del Primer Mundo, las injusticias internacionales se traducen en una gran oportunidad, y sus experiencias personales de éxtasis a bajo precio se combinan para convertir esos totales en miles de millones.
Las discusiones habituales sobre el imperialismo giran en torno a la explotación del trabajo y de los recursos naturales en el territorio colonizado. La industria neocolonialista del ocio suele identificar ambos en uno solo. En un discurso público en 1980, el viceprimer ministro de Tailandia pidió a todos los gobernadores de las provincias que "consideraran el paisaje natural de sus provincias, junto con... formas de diversión, que algunos de ustedes puede que consideren desagradables y vergonzosas, porque tenemos que tener en cuenta los puestos de empleo que generaran". Paisaje, diversión sexual y fuerza de trabajo convergen por lo tanto en una sola imagen económica de Tailandia.
Lo primero que se aprende después de la fellatio es a escuchar.
También en occidente se promueve visitar Tailandia a través de una doble asociación del cuerpo femenino disponible con una naturaleza aprovechable y con la benevolente creación de puestos de trabajo. Un empresario suizo de giras describe a las tailandesas "delgadas, quemadas por el sol y dulces... maestras por naturaleza en el arte de hacer el amor". Por lo pronto, los folletos de una agencia holandesa explican que en las zonas rurales deprimidas de Tailandia y en los barrios bajos de Bangkok, "se ha vuelto un hábito que una de las hijas de buen parecer entre en el negocio para ganar dinero para la familia pobre... se tiene la sensación de que aquí, conseguir una chica es tan fácil como comprar una cajetilla de cigarrillos". A los clientes se les tienta con una atractiva combinación de fuerzas naturales, sociales y culturales y, a la vez, se Ies brinda una imagen de ellos como esencialmente deseables (a las tailandesas "les gusta el hombre blanco de un modo erótico y dedicado"), y esta es la razón de que los servicios sexuales no cuesten más esfuerzo, y sólo algo más de dinero, que un paquete de cigarrillos.
En la retórica imperial de la agencia holandesa, se describe a las trabajadoras del sexo como "pequeñas esclavas que brindan verdadera calidez tailandesa", naturalizando de este modo la esclavitud. En realidad, en términos económicos, muchas de las mujeres no son esclavas, aunque las últimas revelaciones de la OIT incluyen una inquietante evidencia de tailandeses que se dedican a "capturar niñas" y las compran o roban para venderlas a "hogares, restaurantes, fábricas y burdeles".
Pasuk prefiere el término "ligar por contrato" para describir la relación económica que las publicaciones turísticas caracterizan en términos económicos. Las trabajadoras del sexo suelen ser reclutadas en familias rurales. La suma que se da a los padres representa varios meses de salario por adelantado y el resto se remite en el plazo de diez meses o un año. El pago de la cantidad global proporciona la subsistencia de una familia con muy pocos otros recursos, y hasta puede llegar a financiar una nueva vivienda, el cultivo de las tierras o la escolaridad de los miembros más jóvenes. Esta forma de contrato liga a la trabajadora sexual a su trabajo, y los sentimientos negativos acerca del trabajo son arrollados por el sentido de familia.
Se suele criticar a las feministas del Primer Mundo por su insensibilidad, culturalmente determinada, a las diferencias de valores, necesidades y deseos de mujeres en otras partes del mundo. Las advertencias contra la ceguera cultural -por no decir la arrogancia- nunca están fuera de lugar. Pero vale la pena destacar que la posición relativista ilustrada corresponde nítidamente con el lenguaje de la industria del turismo del sexo, que también excita con la inyección de la diferencia cultural. Thanh-Dam Truong sostiene que las últimas dos décadas han sido testigo de un cambio en las actitudes rurales respecto al valor de las niñas. A consecuencia de las nuevas oportunidades para vender una hija a la prostitución, se aprecia la capacidad sexual femenina como un valor de mercado que "predomina sobre la fuerza de trabajo masculina... Las familias celebran el nacimiento de una hija porque ahora la niña tiene potencialmente mayor acceso a la movilidad social". De modo que, en este caso, "los valores tailandeses" no sólo equivalen a lo que sin ninguna simpatía yo llamaría sexismo tradicional, sino también a algo mucho más familiar, la mercantilización de la sexualidad.
Aun dadas nuestras enormes diferencias en experiencia, en la latitud a la que se le concede subjetividad sexual, hay algo en la experiencia de las chicas de bar que una mujer heterosexual del Primer Mundo como yo puede reconocer. Estamos vinculadas por la capacidad de los hombres para convertir su propio deseo y su objeto en cosas, así como por un sistema internacional de trabajo y consumo del que todos somos actores. Y estamos vinculadas también de otros modos. La enfermedad de mente y cuerpo que veo en esas transacciones en Bangkok no es la única dolencia que fomentan. Esa enfermedad tampoco está eclipsada por las realidades corporales concretas del sida. Una es el espejo mortal de la otra.
El Ministerio de Salud Pública, que ha iniciado un amplio programa de pruebas de laboratorio, calcula que entre 200 mil y 400 mil tailandeses están infectados por el virus del sida. El profesor australiano John Dwyer, presidente de la Sociedad del Sida para Asia y el Pacífico, dice que Tailandia y Birmania, el nexo del sexo y el narcotráfico en Asia, son el "epicentro de la epidemia" en el continente. El crecimiento de la población previsto en Tailandia ya ha sido afectado por la epidemia, y el doctor Werasit Sittitrai, de la Cruz Roja tailandesa, estima que para el año 2000, una tercera parte de las muertes en el país estarán causadas por el sida. Entretanto, el egregio columnista de la vida nocturna del Bangkok Post, Trink, asegura a los visitantes, a quienes se les distribuyen ejemplares gratuitos del diario en sus cuartos de hotel, que no hay sida ni VIH en las chicas de bar de Soi Cowboy y Patpong.
En uno de los reconocimientos oficiales más explícitos de la conexión entre la crisis del sida y las relaciones económicas internacionales, el doctor Michael Merson, director del Programa Mundial del Sida de la organización Mundial de la Salud, hace poco declaró: "Es sumamente importante que los países desarrollados entiendan que el foco de esta epidemia va a terminar por estar en Asia y el Pacífico. Todos dependemos para nuestra sobrevivencia de hacer que esta región del mundo se vuelva próspera".
Como norma, el tratamiento literario del orgasmo en la literatura tailandesa es implícito y discreto. Se considera una especie de milagro. Prapart Brudhiprabha, "A Sociolinguistic Analysis of the 'Marvel Act' of Love in Thai Literature: The Case of Phra Abhaimani"
"Aquí solemos tener hombres japoneses, pero nunca habíamos tenido una mujer japonesa", exclamó la matrona de una casa de té de Bangkok a la periodista Yayori Matsui. Matsui estaba realizando una investigación sobre la industria del sexo para su libro Women's Asia, publicado en 1989, pero incluso después de que la dejaron entrar, no pudo experimentar el burdel como un burdel. En bares del mismo tipo donde mis compatriotas compran mujeres, sólo podía ver la forma de las transacciones, pero no su contenido. Es como si toda la escena tuviera lugar dentro de una burbuja translúcida y yo estuviera fuera mirando. Me dicen que el sexo es estrictamente misionero, posición vainilla. Lo que el cliente compra, además de esa experiencia poco imaginativa pero sin problemas, es la atención total de la mujer. Su compañera nocturna también regateará con el taxista, pedirá la cuenta por teléfono y ordenará la comida. No tengo modo de verificar cómo esta sumisión social se traduce en un vocabulario erótico. Pero noches que empiezan con exhibiciones sexuales, donde las mujeres demuestran el extraordinario control del esfínter vaginal -"fumando" cigarrillos y agarrando pelotas de ping-pong con los genitales o sacando ristras de hojas de afeitar de ellos- deben ser llevadas a cabo en un dialecto diferente.
Lo que falta en toda esta palabrería sobre bares de sexo, giras de sexo, trabajadoras del sexo es, por supuesto, el sexo, al menos tal como lo imaginan y lo viven las mujeres. La poesía amorosa tailandesa clásica, con el orgasmo como don de la gracia divina, articula una fantasía masculina. En otras partes del registro erótico, las instituciones tailandesas establecidas, como el concubinato y la prostitución, ponen en juego fantasías masculinas yo diría que menos delicadas. Del lado fahrang, las agencias europeas de viajes pregonan sus mercancías en una poesía comercial que también evoca y estimula la fantasía. Esa fantasía no es sobre el orgasmo masculino como un milagro asombroso, sino como la meta material de los tantos que se apuntan los buscadores de placer ávidos de técnicas exóticas. La diversión sexual de Bangkok es la expresión concreta de esa fantasía. Deseo y satisfacción no parecen tener voz de mujer en la cultura tailandesa, ni en la tradicional ni en la contemporánea.
Para las mujeres, Eros se fue de vacaciones y no precisamente a Bangkok.
Ahora voy a contaros brevemente mi opinión y mi experiencia personal. “Ligar” en Tailandia es fácil. Y si te alojas en un hotel de 5 estrellas, aún más fácil. Yo estaba en uno de ellos. Es…alucinante. Tenía dos personas, las 24 horas del día, solamente para abrirme la puerta. El hotel eran dos edificios separados por una calle. Pues también había otro empleado solamente para parar el tráfico y que pudieras cruzar la calle. Y más cosas. Normalmente en Bangkok, los backpackers o mochileros se alojan en Khao San, alejado del centro y no conectado con metro, ni sky train. La zona más guay es Siam y Sukhumvit. Lógicamente, cuando conoces a alguien, si te alojas en zona vip te ven de otra manera que si no lo haces (que narices, como en todas partes; poderoso caballero es don dinero). Puedes “ligar” de muchas maneras. Desde el clásico bar, salón de masaje, casa de té,…hasta en el restaurante en el que comes, o con las chicas que te entrevistan en la calle. Sea del modo que sea, en el 99 % de los casos, el objetivo final es el mismo. Como dice el artículo, el de ellas buscar a alguien que las saque de la miseria y cuiden a su familia, el de ellos, buscar lo que no encuentran en su país.
Continuaré con la carrera, que tiene una anécdota que bien se podría relacionar con lo dicho anteriormente.

1 comentario:

  1. http://prostitucion-visionobjetiva.blogspot.com.es/

    ahí hay una entrada sobre turismo sexual de mujeres y prostitucion masculina en Senegal, es interesante

    Lo que has escrito aquí está muy bien escrito, cuentas una realidad horrible pero es mejor saber que ignorar

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