DIARIO DE UN VIAJE CON CONTRASTES
Aviso, me ha salido largo, casi 11 folios, pero es que el viaje también ha sido largo. Intentaré reflejar con fotos todo lo que voy escribiendo, porque, a veces, algunas imágenes dicen más que muchas palabras, especialmente en este viaje.
Debo sentirme afortunado en esta vida. Bastante afortunado,
a pesar de la dura infancia, la vida me ha tratado bien, cada día mejor.
Después de mi viaje a China en Octubre, en noviembre he vuelto a viajar de
nuevo y otra vez invitado, sí, y a gastos pagos (avión, hotel e inscripción de
la carrera). Incluso más, nos han dado (digo nos, porque hemos ido Nary y yo)
cien dólares para gastos extras durante tres días. Primero a Singapur a correr
una media maratón. Además íbamos como VIPs,
es decir, teníamos nuestro propio stand con todo tipo de comida y bebida, tanto a la salida como a la llegada. Y por si fuera poco nos alojaban en el hotel Ritz Carlton. Demasiado lujo para mi cuerpo. Sólo el desayuno costaba 50$
y dormir una noche 400$ en habitación “normalita”. La carrera era el domingo a las 4:30 de la mañana, todavía de noche, debido al calor y a la humedad que hay. Era salir del hotel y empezar a sudar, incluso a esas horas. Tengo que decir que sólo corría ella, pues esta carrera es sólo para mujeres, pero yo podía correr sin interrumpir la carrera ni acompañar a nadie, y eso fui lo que hice.
Ya habíamos ido el año pasado también. El trato es excepcional (Singapur tiene dinero) y está muy bien organizada, aunque este año tuvieron un error, ya que las primeras corredoras se perdieron en un punto de la carrera y eso duele, porque aquí los premios económicos son bastante altos (10.000 dólares para la primera y bajando hasta la décima). Lo curioso es que en la prueba “oficial” sólo pueden correr mujeres asiáticas, donde están los mejores premios.
En la carrera popular ya había keniatas pero los premios eran menores. Aún así, había más de 3.000 mujeres corriendo. En Singapur estuvimos cuatro días. Tampoco hay mucho que ver, aunque estuviéramos a todo lujo.
El domingo, después la carrera cogimos un avión con desino a
Phnom Penh en Camboya. Dentro del programa que llevábamos cabía la posibilidad
de correr la media maratón de Angkor Watt, pero tampoco nos hacía mucha
ilusión, ya que a la semana siguiente teníamos una maratón en Phuket. Así que
decidimos conocer mejor Camboya. Aunque ya había estado aquí en otras tres o
cuatro ocasiones, mi visita se reducía a Phnom Penh, Siem Riep, Sihanouk Ville,
Kampot y poco más. Y Camboya tiene mucho y muchas cosas más interesantes que
ver.
Pero empecemos por la capital, Phnom Penh. Si vais de
vacaciones y para desplazaros utilizáis cualquier medio, bien autobús, tuk tuk
o moto (estos dos últimos son los más utilizados), pues no tendréis muchos
problemas, más que tener paciencia y calma. Muy diferente es si sois vosotros
los conductores, es decir, si alquiláis una moto, que es lo que hace mucha
gente, por ser mucho más barato y no depender de nadie. En mi caso, no tuve
necesidad de alquilarla, ya que el chico (Neim) que trabaja para Nary en
casa tiene moto y la cogíamos cuando la
necesitábamos, es decir, casi todos los días.
Yo tengo moto en León; vamos, he
tenido motos diferentes, desde hace muchos años y estoy acostumbrado a
conducir, pero conducir en Phnom Penh es otro mundo. Lo primero que tenéis que
saber son las normas y las reglas de tráfico: NO HAY. Sí, como lo leéis. No hay
normas de tráfico, o si las hay es como si no las hubiera. No las respeta
nadie, absolutamente nadie. Aquí vale todo. Da igual que haya calles con dos
carriles por sentido. Te pueden venir de frente por cualquier calle. Lo mismo
ocurre con los semáforos. Los hay, y algunos se respetan si están en el centro,
pero no todo el mundo, aún así siempre hay bastantes que se los saltan.
Imaginaos cuando llegas a un cruce donde no hay semáforos. Es la ley del que
tenga más valor o el vehículo más grande. Lógicamente, con este caos, la
velocidad es muy baja y los atascos son descomunales, por eso el mejor vehículo
es la moto, que puedes circular por cualquier sitio, incluidas aceras y
direcciones prohibidas. En relación con esto último me pasó una anécdota para
que veáis hasta donde llega el desmadre aquí. No recuerdo dónde íbamos, pero
Nary me dice: métete por esta calle que atajamos. Y le digo: pero si es
dirección prohibida. No importa, mira cuanta gente hace lo mismo. Pues allá voy
y llegando al final de la calle está la policía que me manda parar. Nary me
dice que no pare. ¡Cómo no voy a parar, es la policía!. Y paré. A ver,
documentación. No tengo. Permiso de la moto. Es alquilada. Algún documento.
Tengo el dni español. Nary dice: no se lo des. El policía, en un inglés
bastante deficiente, me enseña un libro con las señales de tráfico, para
decirme la infracción que he cometido y que tengo que pagar una multa. ¿Cuánto
es? 20 dólares. Y por fin Nary se decide a hablar en jemer con el policía. Ah,
pero eres camboyana?. Sí. Y por qué no lo dijiste antes? Y así empezaron a
hablar…No me conoces? Me suena tu cara. Corrí en los Juegos Olímpicos y me
llamo Nary Ly. Ah sí, he oído hablar de ti. ¿Cuánto es la multa? ¿Cuánto
quieres pagar?. Dos dólares. Ok. Adiós. Adiós. Y lo curioso es que no debería
haber parado, pues nadie lo hace. Joder, haz lo mismo aquí… En Camboya se
negocia todo. Absolutamente todo. Como podréis comprobar más adelante. Otro
dato curioso es que es muy normal ver conduciendo motos a niños de diez o doce
años llevando a otros niños más pequeños detrás. Y como os podéis imaginar, pueden ir hasta
tres o cuatro, sin casco, por las noches sin luz,… toda una aventura, quizás
más arriesgada que correr en la selva.
Entrenar en Phnom Penh es horroroso. Primero, hay que
madrugar mucho porque el calor es insoportable y segundo, porque si no
madrugas, el tráfico por las calles se convierte en intransitable. Porque
además no hay ni un solo parque donde puedas entrenar tranquilamente. Lo lógico
es empezar a entrenar en cuanto amanece, sobre las 5:30 de la mañana y ya hace
calor, mucho calor a esas horas y vais a sudar como patos aunque vayáis a ritmo
futbolero.
Hay mucha gente que se queja de la administración en España.
Bueno, no os voy a hablar de la de Camboya. O de la corrupción. Si en España es
un desastre y una vergüenza (sobre todo la corrupción; no voy decir nada que ya
no sepáis), en Camboya nos ganan por goleada, por mucha goleada. Pero no voy a
hablar ahora de eso. Sino de la administración francesa, que tampoco es mejor
que la española, más bien, bastante peor. Nary tiene nacionalidad francesa también.
Fue a la embajada a sacar el DNI. Tienes que traer dos fotos y pagar 30€.
Traigo las fotos. No valen, son algo grandes. A hacerse nuevas fotos. Vuelta a
la embajada. No valen tienes algo de pelo en el flequillo (no le llegaba a las
cejas, sino a media frente; nada, ni así). A hacerse nuevas fotos. Ahora vale,
pero al ser la primera vez no tienes que pagar. Gilipollas. A los quince días
te enviamos un SMS para que vengas a recogerlo. Voy a saltarme los quinces días
y ya os contaré lo que hicimos más adelante. A la vuelta de esos días, no había
recibido ningún SMS así que fuimos a la embajada. Se le olvidó tramitarlo y
enviarlo a París. ¿Ocurre esto a menudo? Le preguntó a otra persona. No, es muy
raro que haya ocurrido eso, respondió. Bueno, es que ahora no puedo venir a
recogerlo porque me voy de viaje. Te lo enviamos a la embajada de Madrid. Ok.
En fin, parece ser que los puestos de las embajadas funcionan en todos los
países de la misma manera. Parásitos, amigos, familiares, inútiles de esa
persona que tiene poder para colocarte (habrá alguna excepción?).
Seguimos con nuestro viaje. Después de unos días en Phnom Penh,
decidimos conocer el noreste del país. Y decidimos visitar la provincia de
Mondol Kirí o Mondulkiri (que significa Encuentro de Montes), muy cerca de la
frontera de Vietnam (de hecho hay muchos vietnamitas trabajando o con negocios
aquí). El viaje en autobús dura unas cinco horas y cuesta unos 7 dólares
(negociar siempre precios y con varias compañías; si te ven turista, siempre te
van a pedir más dinero).
El autobús hace una o dos paradas para comer. La
comida, típica de aquí, no esperéis nada “europeo”, cuesta unos dos dólares,…
tirando de largo.
El autobús llega a la capital de la provincia, Sen Monorom.
Nosotros no reservamos hotel, ni creo que es necesario hacerlo. Aquí no hay apenas turismo y no encontraréis problemas por buscar alojamiento. El alojamiento, en general, es bastante barato, depende de lo que queráis. Eso sí, si lo queréis con aire acondicionado es un poco más caro. Nosotros pagamos 9 dólares por una habitación, pero los hay hasta por 5 dólares. Normalmente no incluyen desayuno, pero tampoco es necesario. Si queréis desayunar bien y barato (y también comer o cenar), lo mejor es ir al mercado que está en el mismo centro de la ciudad (es una ciudad muy pequeña) y al lado de muchos “guest houses”.Tened en cuenta que aquí la actividad empieza muy pronto, sobre las 6 de la mañana esto ya tiene vida. Y aunque comentan que esta zona es más fría que el resto del país, bueno, para los nativos es posible, para nosotros sigue haciendo mucho calor, tanto, que para dormir, el aire acondicionado es a veces muy útil, aunque no me guste un pimiento.
Mondol Kirí es, todavía, un paraíso natural, aunque hay
mucho cazador furtivo, leñadores, buscadores de minerales y especuladores que
están intentando controlar la zona. Hay muy poco turismo, por lo que es una
zona muy tranquila, a diferencia de Angkor Wat.
Las principales “atracciones”
están relacionadas con la naturaleza y las tribus. Hay multitud de cascadas y
minorías étnicas (la más conocida son los bunong, ideales como guías si quieres
hacer alguna incursión por la selva). Otra atracción de esta zona son los
paseos con elefantes. Nosotros los descartamos.
Nosotros el primer día alquilamos un tuk tuk para visitar
algunos lugares típicos de la zona.
El primer objetivo era la cascada de Bou
Sra, la más conocida y espectacular de la zona. Está a unos 33km de Sen
Monorom. Pero por el camino paramos en una aldea de una minoría, Sre Ambum,
donde les dejamos comida y ropa.Luego seguimos ruta hacia la cascada. Para entrar en el recinto hay que pagar una entrada (creo que un dólar). La cascada está muy bien y se puede hacer una ruta casi alrededor. Allí puedes comer o beber. Hay bastantes puestos de comida y bebida.
Después de la visita a la cascada volvimos y nos desviamos un poco para ver una plantación de café
y luego subir hasta el mirador de Doh Kromom donde hay una pagoda y unas vistas del valle.
Finalmente volvimos al hotel.
Debo decir que salíamos todas las mañanas, sobre las 5:30am,
a correr. No mucho, entre 10 y 12km, pero así luego desayunabas con ganas y te
bebías un café con hielo o un zumo de caña con hielo que te sabía a gloria. También había bebidas algo más raras...
Al día siguiente alquilamos una moto. Creo que es la mejor opción
para moverse por la zona. Además de ser mucho más barato. Te cuesta 5 dólares
por día más la gasolina, pero con dos o tres dólares de gasolina tenías para
todo el día. Decidimos visitar más cascadas, las de Romnear ( o Rum Near) 1 y
Romnear 2. El problema de la moto es que es más difícil orientarse. Apenas hay
indicadores y tienes que preguntar a la gente continuamente. Aunque teníamos un
mapa, era bastante malo para orientarse, con apenas caminos ni indicadores.
Pero aún así conseguimos llegar a la primera, pues está muy cerca de la
carretera. En esta no hay vigilantes por lo que es gratis. Tampoco es gran
cosa.
Y nos dirigimos a buscar la segunda. Esta ya resultó más difícil de encontrar. Con la moto por unos caminos bastante malos y preguntando y cuando veíamos a alguien preguntarle por el camino. Pero también llegamos. Ésta es más difícil de encontrar y no vas a ver ni un solo turista (tampoco es gran cosa, es más la aventura de llegar,…y volver).
Cuando volvíamos una persona nos dijo que podíamos atajar por un camino y llegar a la carretera que va a la frontera de Vietnam y hacia allí nos dirigimos. Pero empezó a llover y…empezó la fiesta. Estos caminos son como de arcilla y al primer contacto con el agua se convierte en pistas de patinaje.
Y las motos aquí no son como en Europa. Bastante malas, sin apenas frenos o cubiertas desgastadas, sin luces, sin intermitentes, no funciona el indicador de velocidad, al menos funciona el indicador de gasolina… (lo ideal es comprobar todo eso antes de alquilarla), por lo que la moto empezó a bailar. La cosa se complicó cuando aparecieron algunas subidas y bajadas. El camino tenía rodadas profundas e intentar evitar eso te llevaba a que la moto patinara y casi nos vamos al suelo. Y en una pequeña bajada, la moto bailó más de la cuenta, frena…resbala, frena un poco más…vuelve a resbalar y…a pesar de ir a 5 por hora,…terminamos en el suelo. Ya era extremadamente difícil mantener la moto en pie. Al menos, si el camino fuera llano,…pero no, muy irregular, por lo que en los tramos con cuestas decidimos ir con la moto de la mano, hasta que llegamos a la carretera (nos llevaría unos 20 o 30 minutos). Luego ya a la ciudad. El día no despejó por lo que pasamos el resto del día mercadeando.
Al día siguiente decidimos irnos a la provincia de Ratanak
Kiri…JJJ.
con un conductor muy especial...(creo que hubiera conducido él mejor que el "original"
Ratanak Kiri se encuentra más al norte y también hace
frontera con Laos al norte. El viaje dura unas tres horas. Ratanak Kiri es
parecido a Mondol Kiri. Mucha naturaleza, mucha selva, muchas etnias,… La
capital es Ban Lung. Es más grande que Sen Monorom. Tiene algo más de turismo
que Mondol Kiri, pero sigue siendo muy poco. También habitan muchas minorías
étnicas (jarai, tompuon, brau, kreung) y también con muchas cascadas o el
parque nacional de Virachey. Quizás el mayor atractivo sea el lago volcánico de
Boeng Yeak Laom, un lugar ideal para para darse un baño con sus aguas azules
cristalinas y donde habitan los indígenas tompuon. Pero a mí lo que más me
gustó fueron la cantidad de cascadas que hay y en las que te puedes dar un baño
en la mayoría de ellas: Ka Tieng, Ka Chang, Cha Ong,… también se puede hacer
rafting, kayak, rutas por la jungla o paseos en elefante, el parque nacional de
Virachey con el río Tonle San (aún mucho sin explorar en esta zona) o visitar
el buda reclinado en Wat Rah-Tahn-Ah-Rahm.
Nosotros nos alojamos en un hotel enfrente del lago que hay
en la ciudad.
El precio fue de 14 dólares, con aire acondicionado (también sin
desayuno; pero como dije antes, eso aquí es lo menos importante). No he
comentado nada respecto a la forma de vida de estas gentes, lo podréis ver mejor
en las fotos. Pero en este hotel me llamó la atención de que la persona que
prácticamente se encargaba de todo: de la recepción, de limpiar las
habitaciones, de aparcar la moto,…era un niño que no tendría diez años y que
dormía en una colchoneta en la misma recepción. Pero no era el que peor
vivía…ni por asomo. Las condiciones de vida de la mayoría de estas etnias son
de miseria y pobreza, en muchos casos, extrema. Pero este crío era muy
espabilado, muy despierto y hablaba perfectamente en inglés. La verdad es que
nos cayó genial. Nos pasó algo parecido en Phnom Penh una noche que fuimos a
cenar con una pareja americana a un restaurante callejero. Aquí nos atendió
otro crío de unos once años, que también hablaba muy bien inglés. Era muy
simpático, hablador,…Cuando acabamos de cenar nos preguntó si nos había gustado
la cena. Y, la verdad, es que estuvo muy bien, pero la señora americana no la
terminó, pero, lógicamente, le dijo que muy buena. Entonces el niño le
pregunta: Si estuvo tan buena, ¿por qué no la terminaste?. Joder con la
espontaneidad del chaval, me dio un ataque de risa.
En Ban Lung ya alquilamos una moto desde el primer día. El
precio es el mismo en prácticamente todos los lugares: 5 dólares más la
gasolina. Y aquí, como en los demás sitios, también el desayuno lo hacíamos en
la calle, en cualquier mercado: un café con hielo, mucho hielo, té, fruta o
cualquier dulce típico de la zona (no encontraréis nada similar a lo que
tenemos aquí). A mí me encantaban los plátanos fritos y una especie de crepes.
Por cierto, yo no tomo café, pero debo reconocer que aquí sabía diferente o que
con el calor que hacía y el hielo que le echaban sabía a gloria.
El primer día nos dirigimos al lago volcánico de Boeng Yeak
Laom. Se llega en unos 25 o 30 minutos. Hay que pagar una entrada, también creo
de un dólar. El lugar es muy guapo. Un precioso lago con una senda de un
kilómetro y medio aproximadamente que lo rodea. En el lago te puedes dar un
baño (con suerte irán pequeñitos boquerones a comerte la piel seca de los pies,
ideal para un masaje) , también hay casetas para descansar, comer o tomar algo.
Y, a pesar de ser lo más turístico, creo que sólo vimos a media docena de
turistas o….menos. Aquí habita una etnia dónde las mujeres tienen los dientes
negros (no sé si del tabaco o de la alimentación) y suelen llevar frutas en sus
cestos que ofrecen a los turistas (especialmente pomelos; cada pomelo pesa un
kilo!!!).
Después del lago fuimos a ver la cascada de Ka Chang. Es la
que más agua traía y tiene un puente de madera enfrente por el que puedes
cruzar a la otra parte de la cascada. Desde el puente te queda la cascada de
frente.JJJ. La cascada
tiene unos 30m verticales y hay un hueco por dentro por donde puedes pasar y
darte una ducha de campeonato. Yo lo hice y es una maravilla. Además a los diez
minutos de salir estás seco!!!. Aquí no había nadie, ni un solo turista.
Aquí abajo un video de un león...o un mono (el mono, ya lo sé)
Luego subimos a la parte alta para ver la puesta de sol. Impresionante.
Eso sí, la vuelta, por el camino, de noche, con una luz de “mechero”, no es tan impresionante, hasta que llegas a la carretera.
Aquí también estábamos solos, ningún turista. Y también pagar a la entrada. Luego nos dirigimos a visitar la cascada de Ka Tieng, que no está muy lejos de ésta, donde también, por supuestos, hay que pagar a la entrada. En este lugar también se pueden hacer excursiones con elefantes. Por cierto, los mosquitos te pueden acribillar, así que aconsejable manga larga y pantalón largo muy liviano. A la entrada hay también un pequeño “museo” o tienda con artesanía “peculiar”...
Por cierto, el símbolo de la ciudad es una fruta, el durian.
Para los que no la conozcan, es la fruta más apestosa del mundo, es como
comerse una crema de vainilla en una letrina, y su olor se puede describir como
excremento de cerdo, barniz y cebollas, todo mezclado con un calcetín sudadoJJJ. Lo cierto es
que para comerla hay que taparse la nariz y, de hecho, está prohibida llevarla
a hoteles, aeropuertos o transporte público. Pero está muy dulce y a mí me
gusta.
Bueno, al día siguiente, cambiamos de actividad y dejamos de
ver cascadas y nos fuimos a un lugar que me impresionó: Bey Sroks, donde hay
minas de gemas. Hay muchas minas de gemas desperdigadas por la zona y elegimos
esta por azar. Nos llevó casi una hora en moto llegar hasta allí. Por el camino
y muchísimas plantaciones de caucho y mucha gente recolectándolo.
Pero las minas son “curiosas”. La zona no es muy grande, quizás no llegue al tamaño de un campo de fútbol y las minas son un agujero en el suelo, pero un agujero dónde solo cabe una persona. El diámetro del agujero no creo que llegue a los 50cm. Vamos que parecen topos. Se atan a una cuerda en una especie de torno, bajan con un cubo, lo llenan de tierra, suben y criban la tierra con las manos. Cuando salen del agujero, están completamente embarrados. Duermen en una tienda de mala muerte, no tienen agua, ni luz, ni nada de nada. Les dimos algo de ropa y comida, que devoraron como si no hubieran comido en una semana. Suelen encontrar varias gemas, pero el valor no debe ser muy alto. Nos querían vender algunas, unas por un precio de 10 dólares, otras por algo más.
Volvimos al hotel y al día siguiente regresamos a Phnom Phen
en una van. En general, estos vehículos son bastante nuevos y están muy bien
para viajes algo largos. Tratad de evitar las furgonetas más viejas. Son más
incómodas, se llenan de gente y vas a ahorrar como mucho dos dólares. Ya os lo
contaré un poco más adelante.
Pasamos unos días en Phnom Penh antes de volver a viajar.
Esta vez al sur de Camboya y en primer lugar a Kampot y Bokor Hill. Aquí ya
había estado en otra ocasión, visitando los campos de sal, las plantaciones más
famosas del mundo de pimienta, la cueva de Phnom Chhngok, Bokor Hill,… pero hay
más cosas que ver que anteriormente no ví. Y, como comentaba antes, cuidado con
el vehículo de transporte. Vimos una agencia que tenía precios más baratos que
el resto. En una van. Así que pensamos, pues genial, nos ahorramos 4 dólares.
Pues ya os imagináis. Bastante “mugre” y recogiendo gente por la ciudad antes
de salir. Total, que si tenía capacidad para 12 personas, al final íbamos 20
apelotonados, y como nota curiosa, eran todos musulmanes. Pero bueno, ningún
problema. Al final conseguimos llegar a Kampot tras unas tres horas. Aquí nos
alojamos en una guest house en el centro. Aquí ya hay más turismo pues Kampot es un “refugio” de jubilados y de hippies “blancos” o de hippies jubiladosJ. Aunque no tanto como en Sihanouk Ville, zona de playas y la más masificada, dónde estuve en el viaje anterior. También alquilamos una moto. Y el
primer destino fue Bokor Hill, el punto más alto de Camboya, donde ahora hay un
hotel de lujo (de los chinos). El lugar está a casi 30km de Kampot, los últimos
20km son continuamente hacia arriba. Suele estar cubierto de niebla y el tiempo
refresca, pero nosotros no encontramos nada de esto. Pudimos subir (al menos
yo) en manga corta y pantalón corto). Pero aquí hay más cosas que ver que no
suelen venir en las guías (al menos yo no he visto en ninguna). Unos 5km antes de llegar a lo más alto, hay
un buda inmenso al lado de la carretera, con unas vistas muy chulas, por lo que
hay que hacer una parada para visitarlo.
Una vez llegas a arriba (hay una especie de arco con un policía dentro, y muy cerca ya del hotel), la carretera se bifurca. A la derecha está lo mejor. Puedes visitar el lago, la cascada de Popokvil y un parque donde la mayor atracción son las plantas Nepenthes (o plantas pene).Y hacia este parque nos dirigimos. Hay que pagar a la entrada del parque.
Luego vas unos 6km más con la moto y ya vas viendo cientos de plantas “eróticas”. Nos paramos a la altura de un panel que indicaba como un templo de rocas. Y hacia allí nos dirigimos andando. El lugar es bonito; a veces me recordaba al Torcal de Antequera.
Lógicamente también paramos en los lugares donde había más “flores de estas” y, lógicamente también nos hicimos las fotos típicas que todo el mundo imagina:):):)!!!...
Luego regresamos, pero nos dimos cuenta que la gasolina estaba a punto de acabarse. Yo le decía a Nary que no llegábamos ni a mitad de camino y ella tan tranquila (y luego me di cuenta de porqué). Le preguntamos a los guardas de la entrada del parque dónde podíamos echar gasolina y nos dijeron que unos dos kilómetros más adelante podíamos echar. Pero uno se dio cuenta y debió pensar: aquí tengo chollo y nos dijo que nos podía dar él la gasolina, por supuesto a doble precio. Bueno, con un litro teníamos suficiente. También nos dijo que teníamos poco aire en una rueda y que más adelante también nos podían hinchar la rueda. Efectivamente, después te das cuenta, que aquí en cualquier poblado, casa o chabola te venden gasolina en botellas de medio, uno o dos litros. Y después de dos o tres kilómetros encontramos una especie de nave donde había unos hombres trabajando. Allí paramos a hinchar la rueda y echamos otro litro de gasolina.
Desde aquí nos quedaba muy cerca, a un kilómetro más o
menos, la cascada de Popokvil. Y vuelta a pagar, con la ventaja que aquí la
entrada te incluía una bebida en el hotel que hay al lado de la cascada. La
cascada está bien, pero lo ideal es bajar hasta abajo por una senda. Tienes que
cruzar el río hacia el otro lado y bajar por una senda con bastante pendiente.
Es muy chulo. Y luego darte un baño, por supuesto. Llevamos nuestra propia
comida y comimos en las mesas que hay alrededor.
Cuando fuimos a regresar nos dimos cuenta que la moto estaba
pinchada, la rueda de atrás si aire. Como la nave donde hinchamos la rueda
estaba cerca fuimos hasta allí para ver si nos la podían arreglar. Y por
supuesto que la arreglaron. Fue divertido ver a todos esos chavales alrededor
de la moto, arreglando un pinchazo a la antigua usanza, bueno, en realidad
quien trabajó fue sólo uno. Al final, le dimos 5 dólares y el chaval tan
contento.
Y volvimos a Kampot.
Kampot también es conocido por su seafood, su comida de
marisco. Así que había que ir a comer marisco a algún restaurante que hay al
lado del mar.
Al día siguiente otro destino. De nuevo una van para ir a la
provincia de Koh Kong, en la frontera
con Tailandia. Koh Kong es uno de los últimos paraísos de
Camboya. Junto con la zona noreste, es de lo más espectacular y salvaje del
país. Aunque aquí ya está llegando el
turismo. Pero hay mucho y muy variado que ver y hacer. Desde viajes por las
diferentes islas hasta rutas y senderismo por la selva, visitas a parques
nacionales, santuarios de vida salvaje, cascadas,…
Nosotros nos alojamos en una Guest House, la Kolab Koh Kong,
justo al lado del conocido Ritthys y enfrente del mar. El precio entre 8 y 10
dólares, dependiendo de la habitación. Fuimos al Kolab porque el dueño nos
“regaló” para el resto del día el alquiler de la moto. Aprovechamos para viajar
hasta la frontera con Tailandia cruzando el largo puente de un kilómetro. La
frontera está a unos 12 km de la ciudad. Yo no pude cruzarla porque no llevaba
el pasaporte, pero Nary, como tiene nacionalidad camboyana no tuvo problemas.
Al día siguiente reservamos un viaje en barco para visitar
diferentes islas. Nary es muy buena negociando y sacó un precio de 19 dólares
para todo el día, comida incluida. Al final nos reunimos 7 personas en el
barco: dos franceses, un inglés, dos portugueses y nosotros dos. Primero fuimos
a una isla donde estuvimos varias horas haciendo snorkel. Las gafas y el tubo
las pone el barco, todo un detalle. Y así pudimos bucear un poco y ver
pececitos de colores. La playa es muy pequeña y no hay nadie (exceptuando
mosquitos y otro animalitos). Estamos solos.
Luego nos prepararon la comida. Espectacular, pescado a la plancha con verdura, otro pescado hervido, agua fresca, mucha fruta,…
Después nos llevaron a la zona de los manglares. Otro lugar guapo. También hay que pagar para entrar y recorrer por pasarelas de madera los inmensos manglares que hay por aquí.
Finalizada la visita, vuelta a Koh Kong.
Por supuesto, que el mejor lugar para desayunar o cenar es, como en el resto de
Camboya, los mercados y, aquí, no iba a ser diferente. Además estaba muy cerca
del hotel.
Al día siguiente cogimos la moto y nos dirigimos a visitar
la cascada de Tatai. Está a unos 18km de Koh Kong. Los últimos dos o tres
kilómetros son por un camino. El tramo final, es una senda que hay que bajar
andando. Quizás, la mayoría de la gente que visita esta cascada, viene en barco
desde el mar, subiendo río arriba.
Nosotros íbamos con la intención de verla, como las demás,
durante un rato y volver. Pero esta vez fue diferente. Cuando llegamos
estábamos solos. Luego fueron llegando poco a poco más turistas. La cascada es
bonita e idea para darse un baño. Quizás la mejor de todas para bañarse. Yo
miraba la cascada desde arriba y añoraba mis tiempos de kayakista. Cómo me
gustaría tener mi kayak aquí y poder descender esta cascada. Pero tuve que
conformarme con meterme debajo de ella y estar allí durante toda la mañana.
Aquí viven dos familias en dos chozas lúgubres, pero que están adecentando para
los turistas. Te venden un poco de todo, muy limitado, pero sobretodo fruta o
refrescos. También puedes comer, en plan rural, no hay mesas, ni sillas.
Decidimos comer allí. Mataron un pollo para nosotros, con arroz y verdura. Algo
más caro que en el mercado, pero estaba delicioso y así ayudas a esta gente un
poco.
Por la tarde de vuelta a Koh Kong y a pasear por las playas
que hay al otro lado del puente, que son las más conocidas. Aun así hay muy
poco turismo, estábamos prácticamente solos y nos dedicamos a pasear y ver como
corrían los cangrejos y las caracolas a la orilla del mar.
El martes volvimos a Phnom Penh, esta vez en un autobús
“normal”. Muy buena opción, pues el viaje es largo y el autobús es muy cómodo y
también barato.
Dos días en Phnom Penh y el viernes volamos a Phuket
(Tailandia). ¿Por qué fuimos a Phuket? Bien sencillo, porque nos invitaron a
correr la primera edición de la maratón de Phuket. Y nos pagaron todo. Billetes
de avión, hotel e inscripción.
Phuket es la Ibiza o el Sitges de España, pero con
espectáculos mucho más “salvajes” y, curiosamente “legales”, algo que aquí no
lo sería ni de coña. Mucho, muchísimo
turismo y mucha fiesta nocturna. Pero también tiene otros atractivos más
“sanos” o digamos “diferentes”.
Nos van a recoger al
aeropuerto y de nuevo a un hotel de lujo, el Isis enfrente del mercado.
La carrera era el domingo. Fuimos a recoger el dorsal y a una charla técnica donde sólo estábamos los VIP, un grupo muy reducido (unos 15 corredores) de maratonianos. Era una carrera por asfalto en un circuito de casi ida y vuelta por el mismo sitio, excepto los últimos cinco kilómetros. No me había parado a pensar, ni en el circuito, ni en nada de nada. Me había hecho a la idea de correr en unas tres horas, debido a que últimamente no había entrenado como dios manda y me lo había tomado más como un mantenimiento. Pero cuando vi el perfil, la temperatura y la hora, algo en mi interior me dijo que no iba a ser tan fácil. Primero el perfil: aunque era una maratón por asfalto, pero parecía una carrera de montaña, con subidas y bajadas continuas y un subidón en el km 18 cojonudo. Segundo la hora: a las 3:30 de la mañana, de noche. Y ya también os haréis a la idea de porqué. Tercero: el calor y la humedad son insoportables. Y eso, que la organización puso avituallamientos cada 4 kilómetros.
Es salir a entrenar a
las 5am y estar ya sudando, como nos había venido ocurriendo en toda la zona
este de Asia.
Pero bueno, éramos VIP y teníamos privilegios, al igual que
en Singapur. Nuestra sala aparte con bebida y comida. Avituallamientos
personalizados. Nos trasladan a la salida en microbús (y eso que solo estaba a
un kilómetro del hotel). Salida en primera fila y dorsal con nombre (en mi caso
Caldo, no CalvoJ),
nada de números como al resto.
Como dije, la carrera es el domingo. Nos levantamos a la 1
de la mañana para desayunar algo ligero. A las dos de la mañana nos trasladan a
la salida, donde podemos volver a desayunar de nuevo. Allí tenemos que posar
para las fotos oficiales. Hay mucha gente, más de lo que me imaginaba. Es
cierto que hay tres carreras a la vez: maratón, media maratón y diez kilómetros, pero es que casi
somos seis mil corredores.
Casi no hace falta ni calentar debido al calor que hace,
pero bueno, rodamos algo y estiramos un poco antes de la salida. Y,
puntualmente, a las 3:30am disparo de salida. Al principio iba cómodo, con el
grupo de cabeza, pero a partir del kilómetro 4 y 5 el calor me estaba matando y
eran las 4 de la mañana. Los avituallamientos cada cuatro kilómetros me
parecían una eternidad. Por suerte, la organización puso cada dos kilómetros
puntos/avituallamientos con vasos de agua con hielo. Eso me salvó, pero poco.
Cada vez que llegaba a un avituallamiento de estos cogía un vaso con cada mano y
me los tiraba por la cabeza. Mi “ventilador” no refrigeraba lo suficiente y la
temperatura corporal subía cada vez más. Mi cabeza era un volcán a punto de
entrar en erupción. A buscar alternativas y tuve que reducir el ritmo, pero ni
aún así. El calor y la humedad me estaban machacando. Esto, unido a los
continuos y duros repechos de la carrera, me dejaron en estado catatónico a
partir del kilómetro 21. Y me convertí en un zombi. Ahora ya solo pensaba en
acabar. El ritmo era “patético”, a 4’45” e incluso algunos a 5’. Podía entender
ese ritmo en las subidas, pero en el llano… Pero es lo que toca cuando te toca
y a ajo y a agua; y a terminar como un cabrón que para eso te han invitado. Al
final acabé en 3h17’, casi hasta estaba contento porque hubo un momento que no
llegaba o que me iba a las cuatro horas. Pero luego en la zona VIP a recuperar
con mucho hielo por mi cuerpo, bebidas, cocos, el agua de coco es lo mejor,
sobre todo si en ese momento te lo dan frío. Y regalos, bastante regalos. En
fin, que al final no me puedo quejar, coño como para quejarse. Hombre, siempre
te gusta darlo todo y que no te adelanten, pero es que es una competición.
Vuelta al hotel a ducharse y a desayunar otra vez. Mañana de
relax. Por la tarde fuimos al otro extremo de Phuket, concretamente a Patong,
probablemente la zona más turística de todas. Fuimos en tuk tuk unos 30
minutos. Habíamos quedado con la hermana de Nary y su familia que venían de
Vietnam a pasar unos días.
Teníamos intención de pasar el día siguiente haciendo un recorrido
en barco por las famosas islas de Phang Nga (Koh Tap: formación rocosa que se
eleva verticalmente en medio del mar; Khao Phing Khan: o la isla de James Bond;
Koh Panyi: pueblo de pescadores construido sobre pilotes en el mar; además de
otras islas con cuevas y lagunas interiores donde se puede practicar kayak).
De camino al hotel donde se alojaba su familia, paramos a
preguntar en una agencia por un paquete turístico. Nary, que como dije antes,
es una negociadora neta, llegó a un buen precio, pero antes teníamos que
consultarlo con el resto de la familia. Llegamos al hotel, después de una
odisea de vueltas y más vueltas en moto (que no nos cobró) y esperamos a que
llegara su familia. Cuando llegaron comenzamos a hablar del viaje del día
siguiente y el dueño del hotel (siempre están a la expectativa de todo) nos
dijo que él nos podía ofrecer lo mismo y mejor, pero más barato. Nary otra vez
a negociar y llegamos a un acuerdo (ojo, en los folletos de las agencias este
viaje viene por un precio entre 3.000 y 4.000 bahts: 75€ a 100€ aprox, pero
negociando bien se puede conseguir por 1600 bahts). Un aspecto a tener en
cuenta, es el tipo de barco que contratas. Hay varios, pero los más usados son
barcos grandes con capacidad para mucha gente y los más lentos, un poco más
baratos o barcos rápidos con capacidad para menos gente y un poco más caros.
Estos últimos son los más recomendados y los que nosotros elegimos, son tipo
fuera borda. El viaje también incluye una comida en el poblado de Koh Panyi,
agua, refrescos y fruta a lo largo de todo el viaje, un paseo en kayak por una
isla y el interior de sus cuevas, una cueva,…
Pero esta noche nos fuimos a celebrar la carrera a un
restaurante a base de una buena mariscada.
Al día siguiente, a las 8 de la mañana una van fue a
buscarnos al hotel. Fuimos recogiendo más gente que también iba a ir con
nosotros y a eso de las 9 llegamos al embarcadero. Mucha gente, mucho turismo
haciendo esto. Nos pusieron una pulserita verde (lancha rápida) y al barco.
Seríamos unas quince personas. La lancha va rápida. Íbamos pasando por diversas
islas. Y me imaginaba lo bueno que sería escalar esas paredes verticales,
muchas extra plomadas, como si estuvieran comidas por debajo, con caída al agua.
Y llegamos a otra isla. Aquí nos esperaban canoas, para hacer kayak alrededor
de la isla y por una cueva en su interior. Tres personas en cada canoa. Al
subir a la canoa, le comenté al guía si me dejaba a mí el remo. Añoraba mis
tiempos de canoista. Y él encantado (estaría hasta el gorro de llevar turistas
y de deslomarse dando paladas al agua) y yo también por no estar sentado en la
canoa como una estatua. Coño, fue divertido. Eso sí, en la cueva, como era muy
estrecha, se produjo algún atasco que otro.Vuelta al barco y ahora vamos dirección a la isla de Khao Ping Khan, más conocida como la isla de James Bond porque fue aquí donde se rodó la famosa escena de la película de “el hombre de las pistolas de oro”. La isla es preciosa, pero está bastante masificada de turismo. Enfrente de la playa está el también famoso islote de Koh Tap, un gigantesco pirulo de piedra en forma de cono invertido. Creo, que a pesar del turismo, merece la pena visitarlo, al menos una vez.
Luego nos dirigimos a la isla de Koh Panyi. Aquí habitan
pescadores originarios de Malasia que viven en casas sobre el mar. Y ahora,
prácticamente viven del turismo, pues es donde paramos a comer y donde paran a
comer casi todos los barcos. El lugar para comer es genuino, muy bueno y muy
buena comida, espectacular, no me lo esperaba. Luego visitamos el pueblo y
ahora son prácticamente todo pequeñas tiendas. Eso sí, la basura ya os
imagináis a donde va a parar.
Acabada la comida y la visita viajamos hasta otra isla con unas playas más grandes y bonitas. Allí estuvimos unas dos horas y se podía alquilar motos de agua o vuelos guiados por una cuerda y tirados por un barco.
Luego nos dirigimos a otra pequeña isla a visitar una cueva (si lleváis frontal, mejor) con estalactitas y estalagmitas. A la entrada, incluso se pueden ver monos.
De nuevo al barco y llegada al puerto sobre las cuatro de la tarde.
Nosotros nos duchamos y nos cambiamos aquí, sin regresar de
nuevo al hotel, pues debíamos ir directamente al aeropuerto, ya que nuestro
vuelo de regreso a España era a las ocho de la tarde y así no arriesgábamos con
el tiempo de ir al hotel, ducharte y regresar de nuevo, lo que nos haría
perder, al menos, una hora y media. Así fue todo más tranquilo y relajado.
Pues como habéis leído en el título y visto en las fotos, ha
sido un viaje de contrastes. De un hotel de lujo a “hoteluchos” con sus
bichitos o simples tiendas hechas con plásticos. De estar en lugares super
desarrollados a lugares donde no hay ni luz, ni agua corriente. De estar con
gente con ropa “super guay” a estar con gente que no tiene ni ropa o que llevan
la misma ropa durante prácticamente todo el año, y así podía seguir…
Y ahora llego a España y me entero que en León la gente
habla de Cataluña (en un mes y medio que he estado fuera ni me había enterado)…me
voy a escuchar al Reno Renardo…https://www.youtube.com/watch?v=XIxZ7Slx-CQ
https://www.youtube.com/watch?v=gpo60e3SrbQ
Sed felices, y quizás algún año os desee eso de Feliz Falsedad:)
Leído (escuchado en realidad) del tirón. Pero lo he guardado para ver las fotos. No se te puede ver más feliz, tío. Me alegro.
ResponderEliminarSigue pasándolo bien.
s
Este chico viéndole en las fotos parece un iluminado, no se si la luz la lleva el o es por la compañera. Felicidades clavales, yo ya soy un abuelo, pero da gusto veros.
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